“Los supervivientes de los campos de concentración aún recordamos a algunos hombres que visitaban los barracones consolando a los demás y ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Quizá no fuesen muchos, pero esos pocos representaban una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino.” Viktor Frankl

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miércoles, 30 de mayo de 2012

EL NIDO VACÍO


Desde los años setenta los especialistas han constatado un conjunto de síntomas conocido como “síndrome del nido vacío”. Se trata de los sentimientos de pérdida que afloran cuando los/as hijos/as abandonan el hogar.
Puede ocurrir a partir de la salida del entorno familiar de cualquier hijo/a, pero es más probable cuando el/la último/a se independiza. Se da sobre todo en mujeres, más acostumbradas a dedicar su tiempo casi en exclusiva al cuidado de la familia y que, en muchos casos, han abandonado casi cualquier otro tipo de actividad. Además se puede complicar el cuadro por otros factores vitales estresantes, como la menopausia, el cuidado de los/as abuelos/as mayores, etc. Los hombres se sienten más afectados, sobre todo, si el cambio se une al de la jubilación. En general, cuanto más dependientes hayan sido los/as hijos/as de sus padres, más probable es que éstos sufran algún tipo de sentimiento de pérdida.
El síndrome del nido vacío se caracteriza por tristeza, abatimiento y pensamientos de inutilidad. También se pueden mostrar síntomas físicos exacerbados ante la nueva situación estresante, cansancio, ansiedad, trastornos del sueño o desinterés.
Este conjunto de síntomas no es más que una mala adaptación al nuevo cambio. Ante la situación, el padre o la madre se replantean su papel en la vida. Si no han fomentado en anteriores años otros espacios de desarrollo o realización fuera de los/as hijos/as, no sabrán cuál es su lugar una vez éstos/as se hayan ido. Sentirán melancolía de los tiempos pasados. Recapacitarán acerca del paso de los años, la soledad y el fracaso, y se sentirán vacíos/as y depresivos/as.
Ante la actual coyuntura de la crisis económica está sucediendo el fenómeno contrario, el denominado “síndrome de nido lleno”. Las dificultades económicas, el paro, los divorcios, hacen que muchas personas estén regresando a casa de sus padres y madres. El sentimiento de frustración ante los objetivos fracasados se generaliza en la familia y, sobre todo, en los que retornan. La autoestima se resiente al sentir que no se cumple con las expectativas de la sociedad. La clave para superarlo es no derrumbarse. Seguir, con constancia, buscando soluciones, y pensar que es una situación que, más prolongada o más breve, es transitoria.


CÓMO AFRONTAR “EL NIDO VACÍO”
-          Lo más esencial es ser conscientes de que nos enfrentamos a una nueva etapa vital, con diferentes características y oportunidades. Llevará un tiempo el adaptarnos, como en todos los cambios vitales; pero lo lograremos. Si no somos conscientes de esto podremos sentirnos mal sin saber de dónde viene la tristeza, y así, aumentar nuestro malestar. Aceptemos los cambios en nuestra vida para poder sacarle provecho a cada etapa. Date tiempo y poco a poco irás adaptándote.
-          Planear nuevas actividades nos tendrá ocupados/as y en camino a una mayor autorrealización. Además, nos daremos cuenta de que podremos disfrutar de cosas que, hasta ahora, no hemos podido. Redefine tus objetivos y metas; ya no pueden ser los mismos de antes, pero sí igualmente placenteros. Relaciónate con los demás, exprésate, conoce gente nueva que te facilite compartir nuevos puntos de vista.
-          Ser positivos es ser realistas y conscientes de que es una temporada con más tiempo para nosotros y nosotras y, por tanto, con muchas oportunidades por descubrir. Se trata de una época de “liberación” y de autoconocimiento en la que nos queda la satisfacción de ver a nuestros/as hijos/as autónomos/as y capaces. Podremos aprender nuevas habilidades y así sentirnos mejor y más capaces; además de mantener un buen estado físico y psíquico. Sentirnos útiles y valorados/as debe depender de nosotros y nosotras, no de nuestros/as hijos/as.
-          La adaptación a estos cambios pasa por aceptar el nuevo papel que nos toca. Debemos reconocer que nuestros/as hijos/as son independientes y ya no necesitan de nuestro control, supervisión o educación. Ahora es tiempo de que aprendan de sus propios errores, que tengan su privacidad y elijan su camino. Esto no quiere decir que los padres y madres sean menos necesarios/as, al contrario; es el momento de disfrutar de igual a igual, de aportarles nuestras experiencias, intercambiando opiniones y conociéndonos como personas, y no sólo como miembros de una familia con  diferentes estatus. Exprésales lo que sientes y llegad a soluciones conjuntas. Además, que los/as hijos/as se vayan de casa no quiere decir que la relación desaparezca; muchas veces incluso mejora, al disfrutarse más los momentos que se comparten.
-          Una de las oportunidades que se nos presentan es la de mejorar nuestra relación de pareja. Tenemos más tiempo para compartir y hacer juntos lo que siempre hemos querido. Tampoco es una cuestión obligatoria, es una opción; a veces, si no hay muy buena relación, puede dar lugar a un aumento de los conflictos. Sin embargo, el desarrollo típico del bienestar en las parejas consiste en un aumento los primeros años de conocerse; empeora con la llegada de los/as hijos/as y vuelve a mejorar al abandonar éstos/as el hogar.
-          Prepárate al cambio. Antes de que los/as hijos/as se vayan de casa empieza a plantearte tu nueva vida. Retoma actividades que hasta ahora no pudiste emprender. Hazte activo/a y protagonista del cambio haciendo lo que te gusta siempre que puedas. Mientras aún estén en casa compartid tiempo juntos/as, así no podrás culpabilizarte de no haber hecho lo suficiente por disfrutarlos/as cuando aún estaban cerca. Una buena relación familiar al abandonar el hogar facilita una adecuada adaptación al cambio y el mantenimiento del apoyo intergeneracional.
-          Si, aún así, te cuesta superar esta etapa, pide ayuda. Expresarse, sentir apoyo o recibir tratamiento profesional son pasos que pueden significar un empujón importante a la hora de afrontar la nueva situación.

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