“Los supervivientes de los campos de concentración aún recordamos a algunos hombres que visitaban los barracones consolando a los demás y ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Quizá no fuesen muchos, pero esos pocos representaban una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino.” Viktor Frankl

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viernes, 25 de noviembre de 2016

PROPÓSITOS DE AÑO NUEVO. CÓMO CUMPLIRLOS


“Nuestro cerebro nos basta para salir del paso, pero siempre podemos mejorarlo” Gary Marcus

Empieza un año nuevo. Hacemos valoración del que ya ha pasado y nos planteamos cómo va a ser el que está por venir. Como en todos los anteriores, nos hacemos propósitos para mejorar nuestra vida. Nos repetimos frases como “de este año no pasa dejar de fumar”, “a partir de ahora voy a estar más con mi familia”… Sin embargo, sabemos que pocas veces los hemos cumplido. ¿Está el problema en tu fuerza de voluntad? ¿Crees que es imposible conseguir ese propósito de todos los años?
Sólo una de cada cinco personas cumple sus propósitos de año nuevo ¿Qué es lo que falla?:
-          Muchas veces nos dejamos llevar por el impulso de cambiar algo, pero no nos lo planteamos seriamente. Así, cuando nos enfrentamos a los primeros obstáculos, lo abandonamos (el fumador que recae cuando tiene cerca un cigarrillo).
-          Si los propósitos son muy generales, del tipo “quiero adelgazar” o “voy a estudiar”, es algo muy vago para motivarnos. No nos hacemos una imagen real de a dónde queremos llegar o cómo hacerlo.
-          Si nos planteamos cambiar muchas cosas o muy difíciles, nos vamos a sentir desbordados, ansiosos y  estresados. Ponérnoslo complicado no nos ayudará a conseguir nuestros objetivos; al contrario, nos saldrá mal y pensaremos que somos unos fracasados (y sólo ha sido un fallo de planteamiento).
-          Otras veces ocurre que, en realidad, no estamos motivados para hacerlo. Si pensamos que no nos hace falta hacer ejercicio, y sólo vamos al gimnasio por la presión de los demás, será muy probable que tardemos poco en abandonarlo.

Podemos seguir ciertos pasos que nos ayudarán a conseguir nuestros objetivos:
  1. Planea y decide qué quieres cambiar y cómo lo vas a hacer.
  2. Ponte una meta medible; concreta tu objetivo. No vale lo de “voy a hacer ejercicio”. Plantéate cuántas veces, en qué momento te viene mejor, cómo hacerlo de la manera en que más disfrutes, hasta cuándo, etc.
  3. Elige una sola meta por ahora, no te sobrecargues. Cuando consigas la primera ya te verás más capaz de ir a por otras.
  4. Ese objetivo tiene que ser realista. Parte de tus circunstancias vitales, no te compares y, sobre todo, no confundas lo que está en tu mano cambiar de lo que depende de otros (serán ellos los que tengan que decidir si quieren modificarlo o no). Una buena referencia puede ser mirar nuestro comportamiento el año pasado; si, de no hacer ningún ejercicio, queremos ir todos los días al gimnasio, será muy difícil de cumplir; empieza por tres días a la semana, por ejemplo.
  5. Empecemos por lo más fácil y nos servirá de motivación al ver que vamos consiguiendo cosas.
  6. Plantéatelo a corto plazo. Si la meta es hacer ejercicio tres veces por semana durante un mes, será más fácil de cumplir que durante todo el año, e irás viendo que eres capaz de conseguirlo. Además, sin darte cuenta, irás creando el hábito, que es lo más importante; haciendo más probable, por tanto, mantenerlo.
  7. Ponlo por escrito. Escribir nuestros propósitos significa un compromiso. Algunos autores afirman que, los que así lo hacen, tienen un 42% más de éxito.
  8. Díselo a todos. Es posible que si no te atreves a manifestar tus intenciones a los demás sea porque tu intención no es real. Si tu entorno sabe lo que quieres conseguir, será un motor para no dejar tus proyectos. Si les comentas a menudo cómo te está yendo en tu proceso de dejar de fumar, es más difícil que encuentres excusas cuando te vean recaer, porque saben de tu evolución. Y esto te ayudará.
  9. El momento ideal para realizar actividades nuevas que quieres mantener es tras algo rutinario. Por ejemplo, si quieres hacer ejercicio, elige el momento antes o después del trabajo, así lo irás incluyendo en tu rutina y lo harás casi sin pensar.
  10. Cambia un hábito negativo por otro positivo siempre que puedas. Si, por ejemplo, lo que estás intentando es dejar de fumar, te lo hará más fácil el distraerte de vez en cuando con algo que te guste, más positivo, por ejemplo ir en bici. Además, así compruebas tu mejoría física.
  11. Ponte recordatorios y premios. Cada vez que consigas una meta o, simplemente, veas que vas por buen camino, date una recompensa: ve al cine, trabaja ese día menos, etc. No pierdas de vista y graba tus progresos: los kilos de menos, la respiración honda sin tos, tu ropa sin olor a tabaco, etc.
  12. Los abandonos son comunes, pero si mantienes tus objetivos, sólo habrá sido un paréntesis en tu camino. A veces es necesario corregir nuestras metas o el modo de conseguirlas; con ello aprendemos, evolucionamos y, si no nos rendimos, serán sólo los pasos necesarios hacia nuestra meta. Eso sí, nunca abandones tus proyectos varios días: te costará más volver y habrás perdido el hábito.
LAS CLAVES A TENER EN CUENTA:

-          Conseguir algo, en contra de lo que muchos creen, no consiste en tener fuerza de voluntad, sino en convertir en hábito lo que nos lleva a ello. Algunos autores explican que el cerebro tiene dos sistemas de funcionamiento muy distintos: el pensar y el actuar; el sistema deliberativo y el reflejo. Vivimos el día a día de manera automática, sin pararnos a recapacitar. Querer algo significa pensar que lo queremos; en el momento en que dejamos de reflexionar, volvemos a lo de todos los días. Si de verdad queremos conseguirlo, tendremos que incluir las acciones necesarias en nuestra rutina diaria para hacerlo sin pensar; sino, volveremos a lo de siempre.
-          No podemos elegir nuestra meta en base a un tiempo que no sea el presente. Si hasta entonces no hemos tenido mucho éxito no quiere decir que, a partir de ahora, vaya todo igual. Si tú crees que nada va a cambiar, sin darte cuenta, harás todo lo posible para que sea así (necesitamos creer que no estamos equivocados, muchas veces a costa de nosotros mismos). Y tampoco funciona guiarse por un futuro que no existe; el cuento de la lechera de “yo saldría más si estuviese más delgada” no vale. Tus circunstancias en el presente son unas, y tienes que decidir qué hacer con ellas, a día de hoy; sino, tus metas no se cumplirán nunca esperando un hipotético tiempo mejor.
-          Arriésgate. Que partamos de lo fácil no quiere decir que no vayamos poco a poco consiguiendo sueños. Sólo si te crees capaz de conseguir algo, podrás alcanzarlo. No te limites a la hora de fijarte objetivos, pero haz planes para prevenir cualquier dificultad. Muchas cosas en la vida no puedes cambiarlas, pero a ti sí. “Sé la persona que quieres ser”.
-          Nos equivocamos a menudo de objetivos vitales. Creemos que estar más delgado, o tener pareja o ser exitoso nos hará felices, cuando está comprobado que lo que realmente nos ayuda es:
o   Creernos con el control de nuestra vida. No depender o hacer sólo lo que otros digan. Vernos con la capacidad de afrontar y cambiar todo, aunque sea la forma en cómo nos lo tomamos.
o   Permanecer activos. Estar ocupado nos distrae de malos pensamientos, nos vemos útiles y el cuerpo expulsa endorfinas, unas sustancias que nos hacen sentir mejor.
o   Comunicarnos. Nos sentimos parte de un grupo y que cuentan con nosotros. Expresamos nuestros sentimientos y se rebaja la ansiedad.
o   Aprender algo nuevo cada día. Nos hace sentir curiosidad por la vida y aumenta la confianza en nosotros mismos.
o   Integrarnos en la naturaleza o en ambientes nuevos. Nos ayuda a salir de esa rutina refleja diaria, a relativizar y a relajarnos.
o   Aprender a disfrutar de lo que ya tenemos. Prestemos atención a lo que nos rodea y saquémosle el máximo partido posible. Acuérdate de la frase “no es más feliz quien más tiene, sino el que menos necesita”.
-          Nuestro verdadero caballo de batalla debería ser luchar contra los pensamientos negativos. Ellos son los verdaderos responsables de que no seamos todo lo felices que podemos. Da igual por lo que estemos pasando, siempre habrá alguien que, en esas mismas circunstancias sea feliz. ¿Qué cambia? Que han aprendido a desechar todas las ideas que les impiden disfrutar, como “soy incapaz”, “no puedo cambiar”, “es imposible”, “soy un fracasado”, “nadie me quiere”, “tengo mala suerte”, “si no consigo esto, no valgo”, etc. Recuerda que lo que pienses va creando el camino que llevas.

BENEFICIOS DE LOS  PROPÓSITOS DE AÑO NUEVO
PERJUICIOS DE LOS PROPÓSITOS
DE AÑO NUEVO
Necesitamos de objetivos en la vida para saber a dónde queremos ir y cómo queremos ser. Los sueños y la esperanza son la gasolina del día a día.
Si intentamos hacer muchas cosas o muy difíciles, el nivel de exigencia será tan alto que puede provocarnos ansiedad y estrés.
Al plantearnos nuevas metas nos damos cuenta de las que ya hemos alcanzado. Nos sentimos útiles y con capacidad de cambiar lo que no nos gusta.
Si no conseguimos nuestros objetivos nos sentiremos fracasados y bajará nuestra autoestima; sobre todo cuando ya tenemos una larga historia de derrotas.
El simple hecho de proponernos cosas nos hace sentir que hay esperanza de conseguirlo y que nosotros somos capaces: sentimos que llevamos el control de nuestras vidas.
Tener en mente objetivos que aún no hemos cumplido puede hacer que no prestemos verdadera atención a lo que ya tenemos.


viernes, 7 de octubre de 2016

¿EN QUÉ CONSISTE VIVIR CON POSITIVIDAD?



A lo largo de la vida, por factores de nuestra personalidad y, sobre todo, las situaciones que vamos viviendo, aprendemos a interpretar los hechos de determinadas maneras. Ante el mismo acontecimiento, todos sabemos que hay personas que lo ven de manera más negativa que otras. Pero esto no quiere decir que no podamos aprender a vivir con más positividad.

Lo importante no es lo que nos pasa, sino cómo lo interpretamos:

En una continua interacción mutua, lo que pensamos influye en lo que sentimos, y esto, a su vez, en lo que hacemos. Si pensamos que no valemos mucho, nos sentiremos decaídos/as e incapaces. Con este ánimo, lo más probable es que no hagamos actividades nuevas, ni nos relacionemos mucho. Sin embargo, si pensamos que somos una persona más, con sus defectos y virtudes, que hará lo posible por estar bien, realizaremos lo que nos gusta y lograremos disfrutar más, con lo que nuestros pensamientos serán cada vez más positivos; haciéndonos sentir mejor y enfrentando con mayor motivación nuestros quehaceres.
El círculo también funciona en la otra dirección; si queremos cambiar nuestros pensamientos más dañinos y negativos, sólo tendremos que actuar de manera más positiva. Aunque nos creamos poca cosa, si nos atrevemos a realizar lo que queremos, nos daremos cuenta de que hemos sido capaces y nos sentiremos más fuertes, con lo que acabaremos pensando que somos mejores de lo que creíamos.




Pensamientos


Actos         Sentimientos
                                                                                                                               

Cuidado con lo que piensas, que se puede cumplir:

Según lo que pensemos serán nuestros sentimientos, y actuaremos. Tanto que, si pensamos algo, sin darnos cuenta, estamos haciendo lo posible para que se cumpla. Por ejemplo, si alguien piensa que nació triste y eso no se puede cambiar, no hará nada para cambiarlo. Además, se irá sintiendo cada vez peor, con lo que este pensamiento se cumplirá.
Por eso, si quieres sentirte mejor, primero tienes que cambiar los pensamientos que te hacen daño. Pero, ¿cómo sé cuáles me hacen daño?

Si un pensamiento te hace sufrir, ni es cierto ni es útil:

Los pensamientos basados en argumentos racionales y en la realidad son los que nos ayudan a adaptarnos a los cambios y vicisitudes vitales. Lo más realista, ante un fracaso sentimental, por ejemplo, es no culparnos y reconocer que es simplemente un paso más en nuestra vida del que aprenderemos.
Sin embargo, si lo que pensamos es obstáculo para nuestro desarrollo, además de impedir nuestra satisfacción, están basados en miedos, inseguridades, rencores y otros sentimientos negativos que no tienen nada que ver con la realidad. Siguiendo con el ejemplo anterior, un pensamiento que nos dañaría y que, además, no es cierto ni útil, sería creer que toda la vida tendrás mala suerte en el amor (sólo porque en tus anteriores experiencias haya sido así).

Si todo se graba repitiéndolo, vamos a repetir lo que nos beneficie.

Darle vueltas una y otra vez a pensamientos negativos, como “tengo muy mala suerte”, “no podré cambiar”, “nada va a mejorar”, etc. lo único que consigue es convertirlos en certezas. Igual que, cuando no queremos olvidar un número de teléfono lo repetimos muchas veces.
Por eso, si tenemos una preocupación, pensar en ello continuamente sólo asegura que no se nos olvide, no dejándonos tiempo para planificar una solución o adaptación lo más adecuada posible. Nuestros sentimientos, además, serán de malestar, dificultando una resolución óptima del problema.
Pero el proceso es igual al contrario. Si queremos ser más positivos, sólo tenemos que pensar en cosas más positivas; como ya hemos visto, son, además, las más reales y útiles.

Beneficios de pensar en positivo:

-          Salud: Está probada la influencia mutua entre la psicología y el cuerpo; especialmente entre el sistema nervioso, endocrino e inmune. Los pensamientos negativos pueden provocar ansiedad, estrés, síntomas depresivos u otras patologías psiquiátricas. Altera el funcionamiento hormonal e inumonólogico, la circulación sanguínea, pudiendo afectar a la memoria, la toma de decisiones y el aprendizaje. Aumenta la probabilidad de trastornos cardíacos, gástricos, cervicales, etc. Además de incidir en una baja autoestima e irritabilidad. Uno de los datos más significativos es que pensar en positivo mejora claramente los resultados y reduce el tiempo de convalecencia tras una enfermedad o cirugía.
-          Relaciones con los demás: Los pensamientos negativos respecto a los otros suelen resumirse en rencores, desconfianzas y otros sentimientos que hacen más fácil nuestro aislamiento. Las críticas e inseguridades nos alejan de los demás, nos ponen en situaciones delicadas y desagradables, aumenta nuestra ansiedad y debilita las relaciones.
-          En el trabajo: los pensamientos relacionados con la inseguridad y los recelos en el lugar donde desempeñamos nuestra labor cotidiana (sea en el trabajo o en casa) sólo logran aumentar la sensación de aislamiento, con lo que nos sentiremos menos apoyados/as y nuestra confianza en nosotros/as mismos/as se resentirá. Todo esto dificultará un buen rendimiento y unos óptimos resultados.

Cómo vivir con positividad

-          Analiza tus pensamientos y lo que vas creando con ellos: Los pensamientos vienen muchas veces en forma de autoinstrucciones o frases que nos decimos a nosotros/as mismos/as: “soy una inútil”, “no me quiere”, etc. Analiza qué ganas con esos pensamientos y hasta qué punto son ciertos. Recuerda que, si te hacen daño, no están basados en realidades, sino en sentimientos negativos. Empieza cambiando el propio lenguaje que utilizas; por ejemplo, en vez de “soy una inútil”, es más realista y nos ayuda mucho más decirnos “voy a seguir trabajando hasta aprender cómo hacerlo”.
-          Aparta los pensamientos que te dañen. No pierdas tiempo en pensar en lo que no tiene solución o aún no ha pasado (o ya pasó). Céntrate en buscar la mejor salida y ponte manos a la obra. El resto son temores que nos dificultan el día a día. Dedica más tiempo a pensar en lo bueno que tienes y lo que aún puedes disfrutar. Siempre hay algo si nos olvidamos de los cánones que nos impone la sociedad que nada tienen que ver con la satisfacción real. Y, si aún así, sigues preocupado/a, relájate, el tiempo irá disminuyendo la importancia de lo que, a día de hoy, nos parece enorme. Pase lo que pase, el ser humano es capaz de afrontarlo (más de lo que en un principio podríamos creer).
-          Nada es tan horrible como en nuestra imaginación. Cuando nos sucede un acontecimiento negativo seguimos viviendo en una rutina, los días pasarán, mezclándonos con distracciones y personas, habrá humor; algo que nunca tenemos en cuenta cuando anticipamos alguna desgracia, por eso, en ciertos aspectos, es aún peor. Es lo que se llama “ansiedad anticipatoria”. No olvides que siempre contamos con herramientas para afrontar las vicisitudes vitales.
-          Ejercita tu positividad: para tener un cuerpo sano debemos realizar actividades físicas que lo mantengan en forma. Los pensamientos son iguales: se fortalecen los que repetimos más a menudo. Por eso, piensa en positivo e irás creando hábitos que te ayudarán. Recuerda que el estilo de vida no es más un conjunto de actividades que repetimos. Si realizas día a día lo que te beneficia, poco a poco irás instaurando un estilo de vida sano, que te facilitará conseguir el máximo provecho y satisfacción a todo.
-          Plantéate metas y objetivos realizables que te hagan sentir útil y ver un futuro de esperanza tras el presente.
-          Tómate la vida como un reto y aprendizaje: pase lo que pase somos seres activos, que controlamos, dentro de las circunstancias, lo que hacemos. Es parte de ese aprendizaje fallar, fracasar, pero son sólo unos pasos necesarios del proceso. Siéntete protagonista de tu vida: disfruta de lo que te guste y cambia lo que no te guste (o la forma de tomártelo, en el caso de que no puedas cambiarlo). Exprésate, ten confianza en ti y persiste en tus objetivos; sé lo suficientemente creativo/a como para hacer de tu vida algo que te guste.
-          Modera las emociones que te hacen daño: aunque parezca difícil cambiar los sentimientos, ya hemos visto que si cuidamos lo que pensamos, esto influirá en lo que sentimos. Aprende a pensar de forma menos dañina, relájate, toma tiempo para tu disfrute (es algo tan esencial como curarse heridas). No dejes que te afecten las circunstancias demasiado, o te convertirás en un títere de lo que pueda pasar, una veleta de las circunstancias. Ten esperanza de que poco a poco, pasará y lograrás superar lo que tenga que venir. Recuerda que tienes una herramienta que, desde hoy, puedes ejercitar: tu positividad.


sábado, 13 de agosto de 2016

Vacaciones para descansar





Las vacaciones son una época de descanso y disfrute. Sin embargo,  un gran número de personas no son capaces de relajarse y pasárselo bien; hay estudios que muestran que hasta un 60% no logra desconectar del todo en el periodo vacacional.
Llegamos a nuestro destino de ocio y, según van pasando los días, nos vamos sintiendo más cansados e irritables. Todo nos pone de mal humor. No estamos tranquilos y es muy posible que “pillemos” catarros, alergias u otras enfermedades leves. Un sentimiento de vacío nos va dominando. Es lo que se ha llamado como “depresión de la tumbona”.
¿Por qué no puedo disfrutar de mis vacaciones como quisiera?
-          Los cambios bruscos de rutina nos obligan a un tiempo de desequilibrio hasta que nos adaptamos: dificultades para dormir, ansiedad, molestias estomacales, etc. Estas dificultades serán mayores si hemos pasado de un exceso de actividad a prácticamente no tener nada que hacer.
-          Por mucho que nos quejemos de nuestra rutina cotidiana, lo cierto es que van creando unos hábitos de vida que nos dan seguridad: sabemos qué tenemos que hacer. Pero en las vacaciones todo está en el aire; decidir qué queremos,  a dónde vamos a ir, etc. Y decidir, con todas las ventajas psicológicas y de autoestima que conlleva, puede causar momentos de inseguridad y duda. “El miedo a la libertad”, como lo definiría el psicoterapeuta Fromm.
-          Hasta un tercio de las separaciones matrimoniales se producen  tras las vacaciones. Es un periodo de convivencia familiar más prolongada e intensa. Al pasar más tiempo juntos las exigencias y los roces aumentan, por lo que puede ser origen de importantes conflictos.
-          Junto con la Navidad, es el periodo por excelencia para pensar y reevaluar nuestras metas, éxitos y fracasos; y el resultado no siempre será positivo. Además, tener tiempo para pensar puede hacer que “estalle” todo lo que hemos callado o soportado durante el año, en forma de estrés o síntomas depresivos.
-          Algunas personas se embarcan en una temporada de exceso de actividad. Quieren hacer y ver todo, ahora que tienen tiempo: lugares, museos, actos... Es lo que se llama “Síndrome de Stendhal”.  El problema es que, más que descansar, lo único que logran es cansarse más. Así, al volver al trabajo llegan más débiles para encarar con calma el resto del año.
-          Sobre un 30% de los trabajadores y trabajadoras en vacaciones sigue manteniendo de alguna forma actividad laboral: revisar los correos electrónicos, recibir llamadas, adelantar tareas, etc. Creerse indispensable en la empresa, o no dejar de preocuparse en cómo irá ahora que no estás, sólo permite que tú estés de vacaciones y tu cabeza siga “en horario laboral”.
-          En la actual coyuntura, con la incertidumbre de la crisis, mucha gente se enfrenta a no saber qué le espera tras las vacaciones, con lo que es más difícil lograr la relajación necesaria para disfrutar nuestro tiempo de ocio.
Quiero disfrutar de mis vacaciones, ¿cómo lo consigo?
-          Para desconectar más fácilmente, tener la tranquilidad necesaria y realizar actividades variadas, abre tu correo electrónico, lee la prensa o recibe llamadas de trabajo, pero sólo durante una hora al día.
-          Es mejor dos descansos de quince días que uno de treinta. Mucho tiempo de ocio puede convertirse en una intranquilidad.
-          Ten expectativas realistas de tus vacaciones. No podrás ver cuatro ciudades de distintos países en una semana, ni descansar durmiendo cuatro horas diarias. Recuerda que es, principalmente, una temporada de descanso en la que tienes tiempo de hacer cosas que te gusten, pero para relajarse y disfrutar, no para aumentar el cansancio y el estrés. Es una oportunidad para cuidarte.
-          Un 15% dice sentirse estresado con los preparativos de las vacaciones. No lo dejes todo para el último día y empieza con tiempo. Planifica qué quieres, cómo, y dónde vais a ir. No te olvides de hacer el viaje lo más cómodo posible.
-          Si te cuesta mucho desconectar prueba yéndote muy lejos o, al contrario, pasar los primeros días en casa con tranquilidad.
-          Intenta no dejar cosas pendientes del trabajo para que luego no estés con la preocupación; planea con tiempo cómo lo vas a conseguir. Y si no tienes más remedio que dejar cosas sin hacer, quítale importancia; sólo debería estar hecho lo verdaderamente necesario.
-          Los fines de semana anteriores a tus vacaciones reflexiona acerca del tiempo que gastas pensando en el trabajo: ¿te sirve de algo? ¿Qué mejora? ¿Qué empeora? ¿A quién, además de ti, influye esa actitud? Decide qué tiempo quieres dedicar realmente a pensar en temas laborales y llévalo a cabo.
-          Las vacaciones son para hacer lo que te gusta y disfrutar, no para obligaciones; ni siquiera visitar muchos sitios para luego contárselo a familiares y amistades.
-          Facilita la adaptación a las nuevas circunstancias: tu propia almohada, el agua embotellada, cocinar platos caseros, etc. puede ayudar.
-          Para evitar conflictos deja que todos tengan su propio espacio. No tenéis por qué ir juntos al mismo sitio si va a ser origen de discusiones. Es mejor que cada uno elija su modo de disfrutar y que los demás lo respeten.
-          No dediques tu tiempo de ocio a preocuparte. Perderías una temporada ideal para hacer cosas nuevas, que no puedes disfrutar el resto del año. Cuando llegases de nuevo al trabajo volverías más débil y estresado, en vez de “con las pilas recargadas”. Para evitar pensar puedes realizar ejercicios cognitivos, como sopas de letras, crucigramas, lecturas, etc. que, además de desarrollar tus capacidades mentales, te distraerán de tus propios pensamientos negativos.
-          Recuerda que las vacaciones son, sobre todo, una época para auto regalarte lo que te gusta: aprovecha para dormir más, hacer ejercicio y deportes, viaja a sitios nuevos, lee, juega con tus hijos, pasea y admira el sol del atardecer, etc.






miércoles, 30 de marzo de 2016

ASESORÍA PSICOLÓGICA EN "ACTIVA 6"

Una plataforma de asesoramiento desde las asociaciones para toda la persona que lo necesite. 



TALLERES OFERTADOS EN LA ASOCIACIÓN "ACTIVA 6"

Gracias a Encarni, Lidia, Mª Carmen y las demás por contar conmigo. Empezamos a andar, pero nos queda mucho por dar.

Cualquier persona interesada puede ponerse en contacto con Activa 6.











LA SOLEDAD

La soledad es un sentimiento de aislamiento que provoca angustia, tristeza y malestar, con síntomas parecidos a la depresión y la ansiedad:
-          Sensación de vacío: no se encuentra sentido a la vida.
-          Nerviosismo: la necesidad frustrada de comunicación puede desembocar en un estado de ansiedad prolongado.
-          Disminución de la vitalidad y desesperanza.
-          Mal humor, agresividad, o frialdad: actitudes de frustración que sólo incrementan la distancia con los demás.
Podemos decir que hay tres tipos de soledad, aunque normalmente van unidos:
-          Soledad emocional es la necesidad de establecer un vínculo afectivo con una persona que nos ayude a sentir más seguros e importantes.
-          Soledad  social se refiere a la búsqueda de integración en un grupo con el que compartir aficiones e intereses.
-          Soledad existencial es el sentimiento de que la vida no tiene sentido. Hay que señalar que, los que piensan esto, olvidan que no nacemos con un sentido dado: “La vida tiene el sentido que tú le des”.
¿Qué hace que nos sintamos solos?
-          Las experiencias de poco afecto, separaciones, pérdidas o marginación social aumentarán el sentimiento de aislamiento. Necesitamos un entorno que nos acepte y muestre afecto para un adecuado desarrollo de nuestra autoestima; sino, nos costará más creer que somos dignos de ser tenidos en cuenta.
-          No querernos. Si no nos valoramos crecerá nuestra introversión e iremos restringiendo cada vez más nuestras relaciones.
-          Callar nuestros sentimientos sólo consigue hacernos sentir incomprendidos y que estamos fuera de todo.
-          Pocas habilidades sociales. No se puede obligar a las personas a que nos quieran, ni podemos gustar a todos. Si sólo pensamos en cómo actuamos frente a los demás, nos olvidaremos de lo que ellos necesitan y nos encontraremos con su rechazo. Si queremos evitar esto, tendremos que aprenderlo poco a poco en la participación con los otros.
-          Actitudes negativas como pensar que todos son malos, que eres una víctima, la agresividad o el mal humor sólo consiguen fabricar barreras frente a los demás.
-          El miedo no es más que una forma de protegerse ante los posibles rechazos o heridas y de que conozcan cosas de nosotros mismos que no nos gustan; pero nos impide acercarnos a los demás.
La soledad en compañía
A veces nos sentimos incomprendidos, fuera de todo, que no encajamos, aunque estemos rodeados de gente que nos quiere. ¿Qué puede hacer que nos sintamos así?:
-          Expectativas acerca de la vida poco realistas. Sin experimentarlo ni intentarlo, o teniendo pocas pruebas, afirmamos cosas como “nadie me va a querer”, “todos son iguales”, “no puedo cambiar”, etc.
-          Haber sufrido experiencias negativas, como vivir en un ambiente de tristeza continua, perder seres queridos o padecer situaciones que hayan ocasionado una herida importante a nuestra estima, nos hacen creer que todo será siempre así.
-          Temor al rechazo. Suele iniciarse por un golpe que resiente la opinión sobre nosotros mismos, y que logra que nos sintamos inseguros ante los demás. Ante esa inseguridad aumenta nuestro miedo y se prefiere huir de los otros antes que enfrentar otro rechazo.
-          Desconfianza. Nos cuesta abrirnos a los demás por temor a una negativa que pensamos que es inevitable, lo que nos genera un vacío inmenso; pero no nos damos cuenta de que los responsables de ello son nuestro propio alejamiento y suspicacia, sino que lo justificamos con frases como “no me entienden”, “todos son diferentes a mí”, “la gente sólo va por interés”, etc.
-          Dificultad para expresar sentimientos y opiniones. Sentimos que nuestros puntos de vista y emociones no tienen ningún valor para los demás y preferimos callárnoslos.
-          Una baja autoestima es el origen de todo. No nos valoramos ni nos creemos capaces de gustar, agradar o ser amados. Tan poco importantes nos sentimos que, antes de hacer nada, ya imaginamos el rechazo, cuando los que nos rechazamos somos nosotros mismos.
La soledad ¿elegida?
Los momentos de soledad son los idóneos para relajarnos, reflexionar o disfrutar de las cosas que nos gustan. Ser capaces de estar solos, en la sociedad actual que valora, por encima de todo, la autonomía e independencia, es un valor añadido. Pero no hay que olvidar que las relaciones son algo esencial en nuestro desarrollo y para afrontar las dificultades. Algunas personas disfrazan sus pocas habilidades para relacionarse con los demás en forma de fortaleza e independencia, como una “soledad elegida”; cuando lo único que buscan es, como todos, afecto y respeto.

Cómo superar la soledad
-          Admite el problema y decide qué vas a hacer. Darse cuenta de que sufrimos y que tenemos que hacer algo para cambiar es el comienzo de toda mejora. Pregúntate acerca de tu autoestima, tus miedos, el temor al rechazo.
-          Acepta lo que no puede ser cambiado. El desánimo y la autocompasión sólo logran empeorar todo. Aprende a disfrutar de lo que tienes y toma las cosas con humor, no tan en serio. No elegimos lo que nos pasa, pero sí cómo vivirlo.
-          Ante la pérdida o separación de seres queridos no tengas miedo de tu tristeza. Relájate y ten confianza en que lo superarás; cada vez tendrás más fuerzas y más ganas de volver a conocer a gente. Todo puede cambiar, muchas veces inesperadamente, pero nuestra vida sigue y no debemos tirar la toalla y desaprovechar lo que aún nos pueda ofrecer: está en tu mano hacerte más fuerte, aprender y aliviar en lo posible el dolor.
-          Mantén los contactos personales. No huyas nunca. Aprovecha cualquier ocasión para relacionarte con los demás: el aislamiento será cada vez menor, y también el miedo. Es una oportunidad para nuevas actividades, amistades y distracciones.
-          Toma la iniciativa en las relaciones. Olvídate de tus temores y conoce a quien te interese. No esperes a que lo hagan los demás, ni como tú quisieras; cada uno tiene su forma de ver la vida y eso no quiere decir que te rechacen.
-          Confía en ti. Nadie es perfecto, pero si no nos creemos capaces de hacer algo, no lo haremos. Fíjate en tus puntos positivos y no tanto en los que no te gustan. Eres capaz de cambiar: imagínate consiguiendo lo que quieres, y viendo por fin lo bueno que tienes; será el motor que te ayude a ir hacia delante.
-          Enfrenta los riesgos necesarios para estar con los demás. Tomar decisiones puede significar perder algo, pero es la prueba de que llevamos el control de nuestras vidas; es preferible fracasar que no haberlo intentado. Pierde tu miedo al rechazo y recuerda que si quieres algo, tendrás que buscarlo.
-          Disfruta de tus momentos de soledad; también son necesarios y nos sirven para reflexionar, conocernos, relajarnos y hacer lo que nos gusta.
-          No te encierres: sal a la calle y practica actividades de ocio, culturales o deportivas que te gusten. Te ayudarán a realizarte, te distraerán, aumentará tu ánimo y podrán ser la oportunidad para conocer a más gente.
-          Ten proyectos y objetivos y céntrate en ellos. El cerebro es como un músculo; si le acostumbras a pensar de determinada manera, cada vez se hará más fuerte y capaz para seguir pensando así. Si quieres que no aumente tu sensación de soledad o dolor, piensa en otras cosas: en tus actividades, tus ilusiones, lo que te gusta hacer, etc.        
-          Si aún haciendo todo esto no te ves con fuerzas, acude al especialista de la psicología, te ayudará a dar el primer empujón.