“Los supervivientes de los campos de concentración aún recordamos a algunos hombres que visitaban los barracones consolando a los demás y ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Quizá no fuesen muchos, pero esos pocos representaban una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino.” Viktor Frankl

.

.

lunes, 30 de abril de 2012

LLORAR SIN MOTIVO


A veces nos levantamos y no tenemos ganas de nada. Dormimos mucho o nos cuesta la misma vida abandonar la cama. El día a día nos supone un esfuerzo inmenso, sentimos mucho cansancio e, incluso, debilidad. No tenemos hambre o no paramos de comer. Nuestros pensamientos son tristes, pensamos sólo en lo malo, tememos el futuro y no nos gusta nuestra vida. Dejamos de hacer cada vez más cosas y nos vamos aislando y sintiéndonos más y más separados/as de los demás. Incluso puede que, para huir de la angustia que sentimos, accedamos en exceso a sustancias nocivas como el alcohol o las drogas. Y, por mucho que nos preguntemos qué nos pasa, no llegamos a una respuesta y sólo somos capaces de llorar sin un motivo aparente.

            Aunque parezca al contrario, nunca se llora sin motivos. Siempre hay una o varias causas, por muy insignificantes que nos parezcan, que nos provocan angustia:
-          Cambios estacionales: cuando cambia el tiempo, a nuestro cuerpo le cuesta adaptarse a la nueva situación y nuestro ánimo puede variar. Como ahora que, al llegar la primavera, nos enfrentamos a más horas de luz y días más largos. Nuestro cerebro recibe la nueva información y estas modificaciones afectan al sistema nervioso. Además, con el buen tiempo se suelen realizar más actividades al aire libre y con los demás, pudiendo mostrar, en ocasiones, algunas de nuestras carencias; sociales, corporales, etc. que manifiesten algún tipo de inadaptación a los cánones sociales. No depende de que “nos falte” algo, sino de que lo creamos así.
-          Depresión: cuando estos sentimientos se prolongan en el tiempo y nos impiden una rutina normal podemos estar hablando de un trastorno. Se caracteriza, sobre todo, por la incapacidad de sentir placer con nada y en ningún momento. Cuesta concentrarse y la toma de decisiones es algo prácticamente imposible. En estos casos es esencial contar con un profesional de la salud mental para que podamos superarlo adecuadamente.
-          Situación reactiva: cuando hemos sufrido algún acontecimiento estresante, inesperado o prolongado en el tiempo, nuestro estado de ánimo nos “avisará” de este desequilibrio en forma de angustia, llanto u otros síntomas.
-          Síntomas físicos de reajuste: puede ser consecuencia de la menopausia o tras el parto, en el que nuestras hormonas se readaptan a un cambio. También hay mujeres a las que les afecta el denominado “síndrome premenstrual”, en el que, en los días anteriores al inicio de la menstruación, nos sentimos más tristes, cualquier cosa nos afecta y estamos más irritables.
-          Pesimismo: nuestros pensamientos son aprendidos a partir de las experiencias que hemos ido viviendo. Si nuestro hábito de pensamiento consiste en fijarnos sólo en lo negativo, sentir el futuro como algo amenazante y observar el pasado como unos años de los que no hemos aprendido nada, estaremos forjándonos sentimientos negativos y pesimistas respecto a todo. Si estos pensamientos se aprenden, también se pueden “desaprender”. Lo realista es ser optimista, porque el ser humano es capaz de superar cosas que él mismo no se podría imaginar.
-          Ocurre que, a veces, por simple ansiedad, excitación o confusión, nos sentimos extraños/as y lloramos. Pero no tiene porqué significar que estamos tristes sino, simplemente, que necesitamos expresarnos emocionalmente. Esta es la causa de que, a menudo, tras llorar, nos sintamos mejor.

Ante un cambio estacional que afecte a tu estado de ánimo sé consciente de que es algo pasajero. Sal y disfruta del sol y del buen tiempo; se irá adaptando tu organismo mucho mejor. Sobre todo si haces ejercicio, que potencia las sustancias positivas que se segregan ante el sol. Es necesario también descansar, ya que una de las características del cambio estacional es la fatiga y el cansancio. Descansar no sólo significa dormir, sino vivir lo más relajado/a posible: tomándose las cosas con más tranquilidad y realismo, sin tener miedo a adaptarse a las novedades, y dejándose todos los días un rato para uno/a mismo/a y/o practicando algún tipo de relajación.
No te dejes llevar por unos cánones impuestos. Por ser más delgado/a, exitoso/a, etc. no se vive más feliz; todo depende de cómo disfrutes tu presente.
Haz cosas que te gusten, te llenen y te hagan sentir realizado/a. Además de aprender de experiencias nuevas, estarás distraído/a, le darás a cada cosa su importancia, y fortalecerás tu desarrollo.
Una vida saludable, con ejercicio, alimentación sana y sin sustancias nocivas, no sólo es bueno para la salud física, también para el estado de ánimo, ya que se ha comprobado que favorece un adecuado funcionamiento cerebral y la segregación de sustancias positivas para el estado de ánimo.
La solución nunca está en aislarse. El mayor apoyo que podemos encontrar está en los demás. Expresa tus sentimientos, pero de manera constructiva, planteándote tu situación y las soluciones. No des vueltas a algo que no lleva a nada.
Sentirse triste de vez en cuando es algo común. Recuerda que la situación la puedes empeorar si crees que no es algo normal. Todos/as tenemos “bajones”, aunque el resto, visto desde fuera, no lo crean. La cuestión es quitarle importancia, tener fe en que pasará, y seguir adelante; haciendo cosas y sin aislarnos. No te exijas más de lo que puedas hacer, ni estar alegre (cuando no lo estás). Sólo conseguirás aumentar tu sentimiento de culpa respecto a la situación y todo se empeorará. Si, aún así, crees que necesitas ayuda para el primer empujón, acude a un profesional de la salud mental. A veces es bueno darnos cuenta de que necesitamos ayuda y dar el paso para pedirla.
Si hay alguna situación que no te gusta, intenta cambiarla. Si no se puede, date un tiempo a ti mismo/a para que tu estado de ánimo se adapte a las nuevas circunstancias. Si es algo que lleva ya mucho tiempo, tómate un descanso de ello de vez en cuando.
La mejor medicina, para la tristeza y para todos los “males del alma”, es el optimismo. Con los pensamientos positivos aprendemos a disfrutar del presente, a no sobrevalorar el pasado y a no temer al futuro. En conclusión: a tener más ganas de vivir y a sentirnos más fuertes.
Llorar es una descarga emocional que, a veces, nos hace bien. Pero puede ser la señal que indique la necesidad de cambiar algo de nuestra vida. No tengas miedo a pensar en qué te ocurre, qué se puede hacer, qué alternativas de solución hay, y a decidirte por una de ellas. A partir de ahí nos podemos equivocar, pero se aprende de los fallos; toda elección es un aprendizaje.

Lo realista es ser optimista, porque el ser humano es capaz de superar cosas que él mismo no se podría imaginar.
“Pero cuando los sentimientos finalmente se expresan te hacen llorar, es simplemente eso”. John Lennon
“Quien suele llorar profusamente, también es capaz de reír con intensidad al instante siguiente”. Oscar Wilde
“Voy a llorar sin prisa. Voy a llorar hasta olvidar el llanto y lograr la sonrisa”. Sara De Ibáñez