PSICÓLOGA SILVIA MARÍA ÁLVAREZ
Colegiada AN-07023. Psicoterapeuta por el Consejo General de Psicoterapia. Intervención a bajo coste. Carmona, Sevilla y provincia.
Páginas
“Los supervivientes de los campos de concentración aún recordamos a algunos hombres que visitaban los barracones consolando a los demás y ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Quizá no fuesen muchos, pero esos pocos representaban una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino.” Viktor Frankl
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miércoles, 22 de abril de 2020
Charla en el confinamiento para TV Carmona
https://play.televisioncarmona.com/v/H42zTOhjR1nFmNDjOm/PROGRAMA-DE-CONSULTA-SICOLOGICA-22-DE-ABRIL/
domingo, 15 de marzo de 2020
Dale forma a tu reclusión
Acepta la realidad. Por ahora son quince días de confinamiento.
Pueden ser más. Pero recuerda que si estás en casa es porque no estás mal.
Quince días, o treinta, pasan. Y, poco a poco, la adaptación, todos nosotros y
nosotras, retomaremos el curso de nuestra vida. Sea cual sea. Y, años después,
esto quedará como un episodio más de nuestra vida. Un episodio donde, lo
tenemos claro, estamos haciendo lo correcto. Ahora mismo no sabemos qué pasará,
pero por pensar más en ello, o hacer cálculos, no evitaremos nada. Recuerda que
sólo podemos controlar lo que está en nuestras manos. No te adelantes, relájate
y observa lo que tienes delante.
Planifica. Haz un horario para asegurarte de que eres tú quien
controla tu día a día (adaptándote a las circunstancias, pero siempre con un
intervalo de acción). En este horario no deben faltar tus prioridades:
ejercicio físico, tus seres queridos, aficiones y otras obligaciones. Aunque al
principio te cueste, al final mantendrá tu cabeza más centrada, estarás de
mejor ánimo y descubrirás cada día.
Información adecuada. Informarse es necesario. Asegúrate de que
sean fuentes fiables, y que ayuden (y no lo contrario) a encarar esto. La
sobreinformación, sin embargo, mezcla bulos con verdades, aumenta la
desinformación y la confusión y, por tanto, la ansiedad. Busca la información
estrictamente necesaria y, como mucho, dedícale dos momentos al día. El resto,
céntrate en el presente, a lo que tienes, a ti.
Mantén los contactos. Las tecnologías son herramientas y, como tal,
se convierten en positivas o negativas según su uso. Aprovecha ahora la gran
cantidad de alternativas que pone a nuestra disposición estos días: actividades
para los niños y las niñas, conciertos gratuitos on line, cursos… y, sobre
todo, mantener el contacto con nuestra gente. Las video llamadas, los chats…
posibilitan seguir teniendo nuestras conversaciones y ratos con nuestra familia
y amistades.
Creatividad. Haz que estos días sean una oportunidad para descubrir
nuevas actividades, hacer tareas retrasadas, pasar verdadero tiempo de calidad
con nuestra familia, con nosotros mismos, potenciar el “minuto diferente”, las
nuevas ideas y las aficiones tanto tiempo postergadas.
Deporte. Aunque no se pueda salir hay miles de opciones para
trabajar nuestra capacidad física que, si no la trabajamos todo este tiempo, se
resentirá. Yoga, bicicleta estática, ejercicios sencillos de mantenimiento,
abdominales, baile, andadora…
Cuídate y cuida. Mantente activo/a. No dediques todo tu tiempo a algo
que no es tu vida real. Haz lo que te digan las autoridades pertinentes si
tienes dudas o síntomas, pero el resto del tiempo, vive. Cuida a tus mayores, a
tu familia, a ti mismo. Haciendo deporte y, también, trabajando mentalmente,
para evitar dejarnos llevar por la ola de ansiedad.
Aprovecha para darle a estos días
el significado que tú quieras. De una forma u otra, esto pasará. Tú decides qué
haber hecho estos días. Por mucho que cambien las circunstancias, siempre está
en nuestras manos qué hacer con ello…
sábado, 11 de noviembre de 2017
LOS FACTORES DE PERSONALIDAD
El principio de año es la
época ideal para evaluar las metas que hemos conseguido y replantearnos
objetivos. Pedimos deseos, recordamos, proyectamos y valoramos la vida que
llevamos y la comparamos con la que querríamos llevar. Invocamos a la suerte,
rituales y gestos externos que mejoren nuestra cotidianidad, cuando está en
nuestras manos sacar el máximo provecho a nuestras circunstancias y optimizar las
propias capacidades. Porque lo importante no es lo que nos pasa, sino cómo nos
lo tomamos.
“Persona” viene
etimológicamente del griego y significa “máscara”. Nuestra personalidad no es
más, pues, que las reacciones y pensamientos que hemos decidido seguir según
los eventos vitales que hemos ido disfrutando o sufriendo. Nadie nace con
determinada forma de ser, excepto ciertos rasgos que sí son innatos, como el
temperamento (ser más o menos nerviosa/o, por ejemplo). El resto de
características de nuestra personalidad las vamos aprendiendo a lo largo de
nuestro desarrollo vital. Al igual que hemos ido aprendiendo a comportarnos de
determinada manera, también se puede desaprender si nos hace daño.
¿Qué
rasgos de personalidad me pueden hacer daño?
En entornos sanitarios
hay una clasificación de las personalidades que nos puede ayudar a tomar
conciencia de algunas de las cosas que nos perjudican en el día a día:
-
Un 85.06 % de la población con
hipertensión arterial presenta patrones definidos de personalidad tipo A. Se
caracteriza por un alto grado de competitividad, impaciencia, a veces incluso hostilidad,
personas exigentes, no delegan casi nunca, perfeccionistas y con un excesivo
autocontrol. Sólo algunas de las consecuencias más comunes son el aumento de activación
fisiológica, sanguínea y neuroendocrina, mayores conductas de riesgo (por
pensar que “yo controlo”), disminución del apoyo social y mayor riesgo
enfermedades cardiovasculares.
-
La personalidad tipo C se da en personas
pasivas, reprimidas, que les cuesta expresar sus sentimientos e introvertidas.
Las principales consecuencias de ello son una mayor probabilidad de cáncer, baja
autoestima y trastornos del estado de ánimo, como depresión, estrés o ansiedad.
¿Qué
rasgos de personalidad me pueden ayudar a ser más feliz?
Frente a las
personalidades tipo A y C, la personalidad resistente es la que presenta
mayores probabilidades de un desenvolvimiento pleno y de capacidad de
afrontamiento ante las circunstancias negativas que se nos pueden ir
presentando.
Rasgos de este tipo de
personalidad y, por tanto, que nos pueden ayudar a ser más felices, son:
-
No pensar en el pasado o en el futuro,
mientras no tenga relación con el problema. Debemos adaptarnos al presente, buscando soluciones o
modificaciones que nos hagan más agradable el día a día.
-
Relativizar
cada situación. No podemos ser extremistas y, en el caso de no haber conseguido
hasta ahora nuestros resultados, creer que no los conseguiremos nunca. En cada
situación particular hay que valorar sus datos concretos; puede que no tenga
nada que ver con otras situaciones que hayamos vivido, por muy parecidas que
nos parezcan.
-
No
podemos controlar todo, por mucho que lo intentemos.
Siempre pueden aparecer imprevistos ante los que debemos mostrarnos fuertes,
con serenidad y adaptarnos, si queremos conseguir los mejores resultados
posibles.
-
Expresar
lo que sentimos nos ayuda a vernos menos solos/as, más
capaces y que formamos parte de un grupo al que le importamos. Eso aumenta
nuestra autoestima y nos facilita el aprendizaje y superación de cualquier
evento estresante.
-
Es clave sentirnos siempre con la capacidad de afrontar cualquier
problema o cambio. Por mucho que suframos, debemos ser conscientes de que el
ser humano tiene una capacidad de resistencia mucho mayor de la que, de
partida, podamos imaginar. Sólo necesitamos no rendirnos antes de intentarlo.
-
No es lo mismo enfrentar las situaciones
difíciles como un problema sin solución que como un reto. Cada una de las cosas que vivimos aumentan nuestro
aprendizaje y el propio desarrollo es fuente de fortalecimiento.
-
Una norma que facilita todo es la moderación. No arrojarnos en brazos de
los excesos, actitudinales o emocionales, nos hace vivir con mayor relajación,
facilita la toma de decisiones y evita trastornos físicos y psíquicos.
-
Debemos dejar un tiempo al día sin pensar
en los problemas, donde seamos capaces de distraernos,
disfrutar y desconectar. No todo en la vida son problemas o dificultades.
-
Cuando sea necesario hacer algo para
enfrentar o solucionar una situación, pongámonos manos a la obra y planifiquemos sus posibles alternativas
de resolución. Vamos a pensar en los pros y los contras de cada una, y nos
quedaremos con la que decidamos que es más adecuada para nosotros/as (recuerda
que no hay nada, de por sí, bueno o malo, sino algo adecuado a cada contexto).
-
Incluso en las peores circunstancias hay momentos de alegría y distracción,
nunca lo olvides. Sólo tienes que estar abierta/o a esos instantes y quedarte
con ellos.
La
personalidad resistente
La personalidad
resistente, los rasgos y actitudes que más nos ayudan a afrontar cualquier
situación con los mejores resultados para nuestro bienestar y el de nuestro
entorno, se resume en tres palabras:
- Reto.
Nadie nace emocionalmente fuerte, pero sí podemos fortalecernos sólo ante
la idea de que las circunstancias que vamos atravesando son un aprendizaje
del que siempre sacaremos algo positivo.
- Compromiso.
La personalidad resistente se da en personas que se sienten implicadas con
los objetivos de su vida, su entorno y su propia forma de ser. Quieren
mejorar, trabajan para ello, y no se dan por vencidos/as ante las
dificultades por el gran compromiso e ilusión vital.
- Control.
A la larga, nos ayuda a ser más felices y mejora nuestro desarrollo vital
mantener la capacidad de control de nuestro entorno. Aunque no podamos
conseguir todo lo que deseamos, es más posible cuando nos creemos capaces
de cambiar las cosas. Es la condición “sine qua non” para conseguir
cualquier objetivo. Y sólo fomentar esta creencia de que se es capaz,
aumenta nuestra autoestima y nos hace no depender de circunstancias
externas a nosotras/os mismas/os.
¿Debo
cambiar algunos rasgos de mi personalidad?
Muchas veces no son las causas
externas las que nos hacen sufrir, sino nuestra particular forma de tomarnos
las cosas, obsesionarnos, no pasar página, desconfiar, etc. Responde en las
siguientes frases si te parecen correctas o no:
1.
“Si
cometo un error en el trabajo, pensarán que no valgo”
2.
“Ahora
podría estar adelantando trabajo si no me hicieran esperar aquí”.
3.
“Los
colaboradores que tengo no se dedican lo suficiente al trabajo”.
4.
“Los
demás no hacen las cosas bien porque no quieren”.
5.
“La
gente en general se despreocupa de sus obligaciones”.
6.
“No
hay ningún motivo para que surjan imprevistos”.
7.
“Si
le explico a otra persona lo que tiene que hacer, no lo entenderá y me hará
perder tiempo. Mejor lo hago yo directamente”.
8.
“Las
relaciones sociales fuera del mundo laboral son innecesarias”.
9.
“Si
no me ocupo yo de las cosas, no lo hace nadie”.
10.
“Con
una vez que se digan las cosas es suficiente”.
11.
“No
existe ninguna razón que justifique llegar tarde a una cita”.
12.
“En
el trabajo se tiene que estar alerta constantemente”.
13.
“Se
me valora por mis logros y no por quién yo soy”.
Si estás de acuerdo con
la mayoría, presentas ciertas actitudes que te dificultan el adecuado desarrollo
y un disfrute pleno de tus circunstancias. Pensar que es real cada una de estas
frases es algo que, emocionalmente, nos hace daño y dificulta el tomarnos las
situaciones de manera positiva y relajada.
lunes, 14 de agosto de 2017
ESTRÉS VACACIONAL
Las
vacaciones son una época de descanso y disfrute. Sin embargo, un gran número de
personas no son capaces de relajarse y pasárselo bien; hay estudios que
muestran que hasta un 60% no logra desconectar del todo en el periodo
vacacional.
Llegamos
a nuestro destino de ocio y, según van pasando los días, nos vamos sintiendo
más cansados e irritables. Todo nos pone de mal humor. No estamos tranquilos y
es muy posible que “pillemos” catarros, alergias u otras enfermedades leves. Un
sentimiento de vacío nos va dominando. Es lo que se ha llamado como “depresión
de la tumbona”.
¿Por qué no puedo disfrutar de mis
vacaciones como quisiera?
-
Los cambios bruscos de rutina nos obligan
a un tiempo de desequilibrio hasta que nos adaptamos: dificultades para dormir,
ansiedad, molestias estomacales, etc. Estas dificultades serán mayores si hemos
pasado de un exceso de actividad a prácticamente no tener nada que hacer.
-
Por mucho que nos quejemos de nuestra
rutina cotidiana, lo cierto es que van creando unos hábitos de vida que nos dan
seguridad: sabemos qué tenemos que hacer. Pero en las vacaciones todo está en el
aire; decidir qué queremos, a dónde
vamos a ir, etc. Y decidir, con todas las ventajas psicológicas y de autoestima
que conlleva, puede causar momentos de inseguridad y duda. “El miedo a la
libertad”, como lo definiría el psicoterapeuta Fromm.
-
Hasta un tercio de las separaciones matrimoniales
se producen tras las vacaciones. Es un
periodo de convivencia familiar más prolongada e intensa. Al pasar más tiempo juntos
las exigencias y los roces aumentan, por lo que puede ser origen de importantes
conflictos.
-
Junto con la Navidad, es el periodo por
excelencia para pensar y reevaluar nuestras metas, éxitos y fracasos; y el
resultado no siempre será positivo. Además, tener tiempo para pensar puede
hacer que “estalle” todo lo que hemos callado o soportado durante el año, en
forma de estrés o síntomas depresivos.
-
Algunas personas se embarcan en una
temporada de exceso de actividad. Quieren hacer y ver todo, ahora que tienen tiempo:
lugares, museos, actos... Es lo que se llama “Síndrome de Stendhal”. El problema es que, más que descansar, lo
único que logran es cansarse más. Así, al volver al trabajo llegan más débiles
para encarar con calma el resto del año.
-
Sobre un 30% de los trabajadores y
trabajadoras en vacaciones sigue manteniendo de alguna forma actividad laboral:
revisar los correos electrónicos, recibir llamadas, adelantar tareas, etc.
Creerse indispensable en la empresa, o no dejar de preocuparse en cómo irá
ahora que no estás, sólo permite que tú estés de vacaciones y tu cabeza siga
“en horario laboral”.
-
En la actual coyuntura, con la
incertidumbre de la crisis, mucha gente se enfrenta a no saber qué le espera
tras las vacaciones, con lo que es más difícil lograr la relajación necesaria
para disfrutar nuestro tiempo de ocio.
Quiero disfrutar de mis vacaciones, ¿cómo
lo consigo?
-
Para desconectar más fácilmente, tener la
tranquilidad necesaria y realizar actividades variadas, abre tu correo
electrónico, lee la prensa o recibe llamadas de trabajo, pero sólo durante una
hora al día.
-
Es mejor dos descansos de quince días que
uno de treinta. Mucho tiempo de ocio puede convertirse en una intranquilidad.
-
Ten expectativas realistas de tus
vacaciones. No podrás ver cuatro ciudades de distintos países en una semana, ni
descansar durmiendo cuatro horas diarias. Recuerda que es, principalmente, una
temporada de descanso en la que tienes tiempo de hacer cosas que te gusten,
pero para relajarse y disfrutar, no para aumentar el cansancio y el estrés. Es
una oportunidad para cuidarte.
-
Un 15% dice sentirse estresado con los
preparativos de las vacaciones. No lo dejes todo para el último día y empieza con
tiempo. Planifica qué quieres, cómo, y dónde vais a ir. No te olvides de hacer el
viaje lo más cómodo posible.
-
Si te cuesta mucho desconectar prueba
yéndote muy lejos o, al contrario, pasar los primeros días en casa con
tranquilidad.
-
Intenta no dejar cosas pendientes del
trabajo para que luego no estés con la preocupación; planea con tiempo cómo lo
vas a conseguir. Y si no tienes más remedio que dejar cosas sin hacer, quítale
importancia; sólo debería estar hecho lo verdaderamente necesario.
-
Los fines de semana anteriores a tus
vacaciones reflexiona acerca del tiempo que gastas pensando en el trabajo: ¿te
sirve de algo? ¿Qué mejora? ¿Qué empeora? ¿A quién, además de ti, influye esa
actitud? Decide qué tiempo quieres dedicar realmente a pensar en temas
laborales y llévalo a cabo.
-
Las vacaciones son para hacer lo que te
gusta y disfrutar, no para obligaciones; ni siquiera visitar muchos sitios para
luego contárselo a familiares y amistades.
-
Facilita la adaptación a las nuevas
circunstancias: tu propia almohada, el agua embotellada, cocinar platos
caseros, etc. puede ayudar.
-
Para evitar conflictos deja que todos
tengan su propio espacio. No tenéis por qué ir juntos al mismo sitio si va a
ser origen de discusiones. Es mejor que cada uno elija su modo de disfrutar y
que los demás lo respeten.
-
No dediques tu tiempo de ocio a
preocuparte. Perderías una temporada ideal para hacer cosas nuevas, que no
puedes disfrutar el resto del año. Cuando llegases de nuevo al trabajo
volverías más débil y estresado, en vez de “con las pilas recargadas”. Para
evitar pensar puedes realizar ejercicios cognitivos, como sopas de letras,
crucigramas, lecturas, etc. que, además de desarrollar tus capacidades
mentales, te distraerán de tus propios pensamientos negativos.
-
Recuerda que las vacaciones son, sobre
todo, una época para auto regalarte lo que te gusta: aprovecha para dormir más,
hacer ejercicio y deportes, viaja a sitios nuevos, lee, juega con tus hijos, pasea
y admira el sol del atardecer, etc.
viernes, 3 de marzo de 2017
ASTENIA Y DESÁNIMO PRIMAVERAL
La sensación de “pilas desgastadas”
Llega
la primavera; todo rebosa de vida, luz y optimismo. Sin embargo, no todo el
mundo recibe esta estación del año con alegría: una de cada diez personas se
siente cansada, con mucho sueño durante el día y pocas energías. Es lo que se
llama Astenia Primaveral. Podemos sentir también:
-
Malestar general
-
Dolor de cabeza
-
Disminución del apetito
-
Pérdida de interés sexual
-
Debilidad física.
-
Apatía y desgana.
-
Irritabilidad y mal humor.
-
Tristeza.
-
Bajada de la tensión sanguínea.
-
Somnolencia o insomnio.
-
Dificultades de atención, memoria o
concentración.
Lo padecen, sobre todo, mujeres de
los veinte a los cincuenta años. Es un trastorno leve de adaptación al cambio
estacional, por lo que su duración es temporal; poco a poco iremos adaptándonos
a las nuevas condiciones.
¿Por
qué sentimos la Astenia Primaveral?
En una zona del cerebro llamada
hipotálamo se encuentra parte del control de la temperatura, el sueño, el
hambre y las hormonas. Desde esta zona se expulsan sustancias que controlan el
estado de ánimo, como la serotonina; y otras que nos hacen sentir bien y nos
ayudan a soportar el dolor, como las endorfinas.
Cuando la temperatura sube con la
llegada de la primavera, el cerebro recibe nueva información y se lleva un
tiempo reestructurando las nuevas circunstancias. En ese proceso de adaptación
las sustancias que nos hacen sentir bien, las endorfinas y otras, se reducen.
Esto facilita que estemos más desganados, tristes, y cansados. Si a esto le
añadimos otros factores que dificultan la adaptación podemos estar hablando de
astenia primaveral. Hay dos tipos:
Astenia
Funcional: los componentes principales son psicológicos.
Puede desencadenarse por un
sobreesfuerzo físico o psíquico que conlleva cansancio, debilidad, fatiga, estrés
y ansiedad. El estrés hace que se deteriore el sistema inmunológico con una
bajada de las defensas, favoreciendo un
aumento de las alergias, las infecciones, el malestar y la debilidad
física.
Una persona pesimista y tendente a la
tristeza será más vulnerable al proceso de adaptación de la astenia primaveral,
y sus síntomas depresivos aumentarán por esta época del año. El anuncio de una
estación alegre, colorida y optimista basta para hacer decaer a las personas
que no están satisfechas con su vida.
Astenia
Orgánica. Hay problemas físicos que pueden provocar la astenia
primaveral:
-
Anemia
-
Infecciones
-
Problemas endocrinos o neurológicos.
-
Problemas musculares o digestivos.
-
Apnea del sueño
-
Fibromialgia
-
Antibióticos u otros fármacos
-
Consumo de sustancias tóxicas, como
tabaco, alcohol, drogas o excitantes.
-
Alergias
-
Sedentarismo o poca actividad física.
-
Insuficientes horas de sueño o poco
reparador.
|
Astenia
“Psicológica”
|
Astenia
“Física”
|
Peor
momento del día
|
Al
amanecer
|
Al
atardecer
|
Síntomas
predominantes
|
Le
cuesta dormirse o tiene sueño todo el día.
Ansiedad
y preocupaciones.
|
Cansancio
y fatiga.
Malestar
y debilidad física.
|
Variaciones
de los síntomas mientras dura
|
Mejoras
y empeoramientos según el ánimo
|
Sin
cambios importantes
|
Efectos
de la actividad
|
Haciendo
cosas mejora
|
Reposando
mejora
|
¿Es
astenia lo que siento o es “otra cosa”?
Si los problemas de sueño
(somnolencia diurna, insomnio o sensación de sueño no reparador) y la apatía no van desapareciendo al
descansar y eliminar factores que nos estresan, podrían estar ocultando un
trastorno de fondo.
Si la situación de cansancio,
debilidad y desinterés se mantiene más allá de unos meses podría tratarse del Síndrome de Fatiga Crónica
o del Trastorno Estacional Afectivo, en los que se unen estos síntomas a otros
más complejos, duraderos y relacionados con la depresión.
En cualquiera de estos casos debemos
consultarlo con un profesional.
Por otra parte, si estamos padeciendo
las consecuencias de un sobreesfuerzo físico o psíquico también sentimos
fatiga, bajada de energía, etc. Pero, en este caso, al descansar, los síntomas desaparecen
(en la astenia primaveral no).
¿Qué
podemos hacer?
La astenia primaveral es un trastorno
leve de adaptación, temporal, con lo que su tratamiento va más encaminado a la
prevención y a la práctica de hábitos saludables. Aún así hay ciertos apuntes
que nos pueden ayudar:
-
No
dramatices la situación: recuerda que es algo pasajero, ten
paciencia.
-
Duerme
entre siete y ocho horas como mínimo. Acuéstate siempre que puedas a una hora parecida.
Haz cenas ligeras y unas dos horas antes de acostarte. Si te duchas por la
noche te ayudará a dormir relajado.
-
Sigue
una dieta energética, que te ayude a tener fuerzas, pero sin
grasas, fritos o precocinados. Come entre horas alimentos con vitaminas, como
frutas o zumos. Lo ideal es hacer cinco comidas, porque así nuestro cuerpo está
menos débil. No debemos saltarnos el desayuno: tras horas sin comer necesitamos
alimentarnos bien si no queremos cansarnos. Las sustancias excitantes, como
café, alcohol, o tabaco, aumentarán nuestra sensación de debilidad física y
empeorarán los problemas de sueño.
-
Hidrátate:
Cada
día bebe como mínimo un litro y medio o dos de agua. El líquido ayuda a
reequilibrar la tensión arterial en el caso de que la tengamos baja. Ten tu
botella de agua siempre a mano, sobre todo ahora que hace más calor y sudamos.
-
Haz
ejercicio sin cansarte demasiado. Si empiezas con un tiempo,
cuando te vayas acostumbrando durarás más. Aprovecha el buen tiempo y pasea
cada día sobre una hora: disfruta de la luz.
-
Relájate:
tómate un tiempo para ti. Ya hemos visto que el estrés puede provocar, entre
otras cosas, astenia. En el trabajo intenta descansar cinco minutos cada hora.
-
No
estés sin actividad demasiado tiempo, por mucho cansancio que sientas:
sólo conseguirás estar cada vez más débil y sin ganas. Haz actividades que te
gusten y al aire libre. La luz del sol aumenta los niveles de endorfinas.
-
Ten
una actitud positiva. Estar de buen humor y reír nos relaja.
Aumenta las endorfinas, mejora la actividad cardiovascular y es más fácil controlar
el sueño.
-
Disfruta
de lo bueno que tienes en tu vida. La insatisfacción es
una de las razones por las que nos sentimos vulnerables, débiles, sin ganas ni
interés por nada, e incapaces de enfrentar lo que nos venga. Sonríe y deja que
el calor del sol de la primavera te recuerde lo bueno que hay y lo fuerte que
eres.
viernes, 25 de noviembre de 2016
PROPÓSITOS DE AÑO NUEVO. CÓMO CUMPLIRLOS
“Nuestro cerebro nos basta para salir del paso, pero
siempre podemos mejorarlo” Gary Marcus
Empieza un año nuevo. Hacemos
valoración del que ya ha pasado y nos planteamos cómo va a ser el que está por
venir. Como en todos los anteriores, nos hacemos propósitos para mejorar
nuestra vida. Nos repetimos frases como “de este año no pasa dejar de fumar”,
“a partir de ahora voy a estar más con mi familia”… Sin embargo, sabemos que
pocas veces los hemos cumplido. ¿Está el problema en tu fuerza de voluntad?
¿Crees que es imposible conseguir ese propósito de todos los años?
Sólo una de cada
cinco personas cumple sus propósitos de año nuevo ¿Qué es lo que falla?:
-
Muchas veces nos dejamos llevar por el impulso de cambiar algo, pero no nos lo planteamos seriamente. Así,
cuando nos enfrentamos a los primeros obstáculos, lo abandonamos (el fumador
que recae cuando tiene cerca un cigarrillo).
-
Si los propósitos son muy
generales, del tipo “quiero adelgazar” o “voy a estudiar”, es algo muy vago
para motivarnos. No nos hacemos una imagen real de a dónde queremos llegar o
cómo hacerlo.
-
Si nos planteamos cambiar muchas
cosas o muy difíciles, nos vamos a sentir desbordados, ansiosos y estresados. Ponérnoslo complicado no nos
ayudará a conseguir nuestros objetivos; al contrario, nos saldrá mal y
pensaremos que somos unos fracasados (y sólo ha sido un fallo de planteamiento).
-
Otras veces ocurre que, en realidad, no estamos motivados para hacerlo. Si pensamos que no nos hace
falta hacer ejercicio, y sólo vamos al gimnasio por la presión de los demás,
será muy probable que tardemos poco en abandonarlo.
Podemos seguir ciertos
pasos que nos ayudarán a conseguir nuestros objetivos:
- Planea y decide qué quieres
cambiar y cómo lo vas a hacer.
- Ponte una meta medible; concreta tu objetivo.
No vale lo de “voy a hacer ejercicio”. Plantéate cuántas veces, en qué
momento te viene mejor, cómo hacerlo de la manera en que más disfrutes, hasta
cuándo, etc.
- Elige una sola meta por
ahora, no te sobrecargues. Cuando consigas la primera ya te verás más capaz
de ir a por otras.
- Ese objetivo tiene que
ser realista. Parte de tus circunstancias vitales, no te compares y, sobre
todo, no confundas lo que está en tu mano cambiar de lo que depende de
otros (serán ellos los que tengan que decidir si quieren modificarlo o
no). Una buena referencia puede ser mirar nuestro comportamiento el año
pasado; si, de no hacer ningún ejercicio, queremos ir todos los días al
gimnasio, será muy difícil de cumplir; empieza por tres días a la semana,
por ejemplo.
- Empecemos por lo más
fácil
y nos servirá de motivación al ver que vamos consiguiendo cosas.
- Plantéatelo a corto
plazo.
Si la meta es hacer ejercicio tres veces por semana durante un mes, será
más fácil de cumplir que durante todo el año, e irás viendo que eres capaz
de conseguirlo. Además, sin darte cuenta, irás creando el hábito, que es
lo más importante; haciendo más probable, por tanto, mantenerlo.
- Ponlo por escrito. Escribir nuestros propósitos significa un compromiso.
Algunos autores afirman que, los que así lo hacen, tienen un 42% más de
éxito.
- Díselo a todos. Es posible que si no
te atreves a manifestar tus intenciones a los demás sea porque tu intención
no es real. Si tu entorno sabe lo que quieres conseguir, será un motor
para no dejar tus proyectos. Si les comentas a menudo cómo te está yendo
en tu proceso de dejar de fumar, es más difícil que encuentres excusas
cuando te vean recaer, porque saben de tu evolución. Y esto te ayudará.
- El momento ideal para realizar actividades nuevas que quieres
mantener es tras algo rutinario. Por ejemplo, si quieres
hacer ejercicio, elige el momento antes o después del trabajo, así lo irás
incluyendo en tu rutina y lo harás casi sin pensar.
- Cambia un hábito
negativo por otro positivo siempre que puedas. Si, por ejemplo, lo
que estás intentando es dejar de fumar, te lo hará más fácil el distraerte
de vez en cuando con algo que te guste, más positivo, por ejemplo ir en
bici. Además, así compruebas tu mejoría física.
- Ponte recordatorios y
premios. Cada vez que consigas
una meta o, simplemente, veas que vas por buen camino, date una
recompensa: ve al cine, trabaja ese día menos, etc. No pierdas de vista y
graba tus progresos: los kilos de menos, la respiración honda sin tos, tu
ropa sin olor a tabaco, etc.
- Los abandonos son
comunes, pero si mantienes tus objetivos, sólo habrá sido un paréntesis en
tu camino. A veces es necesario corregir nuestras metas o el modo de
conseguirlas; con ello aprendemos, evolucionamos y, si no nos rendimos,
serán sólo los pasos necesarios hacia nuestra meta. Eso sí, nunca abandones
tus proyectos varios días: te costará más volver y habrás perdido el
hábito.
LAS CLAVES A TENER EN CUENTA:
-
Conseguir algo, en contra de lo que muchos creen, no consiste en tener fuerza de voluntad, sino en convertir en hábito lo
que nos lleva a ello. Algunos autores explican que el cerebro tiene dos
sistemas de funcionamiento muy distintos: el pensar y el actuar; el sistema
deliberativo y el reflejo. Vivimos el día a día de manera automática, sin
pararnos a recapacitar. Querer algo significa pensar que lo queremos; en el
momento en que dejamos de reflexionar, volvemos a lo de todos los días. Si de
verdad queremos conseguirlo, tendremos que incluir las acciones necesarias en
nuestra rutina diaria para hacerlo sin pensar; sino, volveremos a lo de siempre.
-
No podemos elegir nuestra
meta en base a un tiempo que no sea el presente. Si hasta entonces no
hemos tenido mucho éxito no quiere decir que, a partir de ahora, vaya todo
igual. Si tú crees que nada va a cambiar, sin darte cuenta, harás todo lo
posible para que sea así (necesitamos creer que no estamos equivocados, muchas
veces a costa de nosotros mismos). Y tampoco funciona guiarse por un futuro que
no existe; el cuento de la lechera de “yo saldría más si estuviese más delgada”
no vale. Tus circunstancias en el presente son unas, y tienes que decidir qué
hacer con ellas, a día de hoy; sino, tus metas no se cumplirán nunca esperando
un hipotético tiempo mejor.
-
Arriésgate. Que partamos de lo fácil
no quiere decir que no vayamos poco a poco consiguiendo sueños. Sólo si te crees
capaz de conseguir algo, podrás alcanzarlo. No
te limites a la hora de fijarte objetivos, pero haz planes para prevenir
cualquier dificultad. Muchas cosas en la vida no puedes cambiarlas, pero a ti
sí. “Sé la persona que quieres ser”.
-
Nos equivocamos a menudo de
objetivos vitales. Creemos que estar más
delgado, o tener pareja o ser exitoso nos hará felices, cuando está comprobado
que lo que realmente nos ayuda es:
o Creernos con el control de nuestra vida. No depender o hacer sólo lo que otros digan. Vernos con la capacidad de
afrontar y cambiar todo, aunque sea la forma en cómo nos lo tomamos.
o Permanecer activos. Estar ocupado nos distrae
de malos pensamientos, nos vemos útiles y el cuerpo expulsa endorfinas, unas
sustancias que nos hacen sentir mejor.
o Comunicarnos. Nos sentimos parte de un
grupo y que cuentan con nosotros. Expresamos nuestros sentimientos y se rebaja
la ansiedad.
o Aprender algo nuevo cada día. Nos hace sentir curiosidad
por la vida y aumenta la confianza en nosotros mismos.
o Integrarnos en la naturaleza o en ambientes nuevos. Nos ayuda a salir de esa rutina refleja diaria, a relativizar y a
relajarnos.
o Aprender a disfrutar de lo que ya tenemos. Prestemos atención a lo que nos rodea y saquémosle el máximo partido
posible. Acuérdate de la frase “no es más feliz quien más tiene, sino el que
menos necesita”.
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Nuestro verdadero caballo
de batalla debería ser luchar contra los pensamientos negativos. Ellos son los verdaderos responsables de que no seamos todo lo felices
que podemos. Da igual por lo que estemos pasando, siempre habrá alguien que, en
esas mismas circunstancias sea feliz. ¿Qué cambia? Que han aprendido a desechar
todas las ideas que les impiden disfrutar, como “soy incapaz”, “no puedo
cambiar”, “es imposible”, “soy un fracasado”, “nadie me quiere”, “tengo mala
suerte”, “si no consigo esto, no valgo”, etc. Recuerda que lo que pienses va
creando el camino que llevas.
BENEFICIOS DE LOS PROPÓSITOS DE AÑO NUEVO
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PERJUICIOS DE LOS PROPÓSITOS
DE AÑO NUEVO
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Necesitamos de objetivos
en la vida para saber a dónde queremos ir y cómo queremos ser. Los sueños y
la esperanza son la gasolina del
día a día.
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Si intentamos hacer muchas cosas o muy difíciles, el nivel de exigencia será
tan alto que puede provocarnos ansiedad y estrés.
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Al plantearnos nuevas
metas nos damos cuenta de las que ya hemos alcanzado. Nos sentimos útiles y
con capacidad de cambiar lo que no nos gusta.
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Si no conseguimos nuestros objetivos nos sentiremos fracasados
y bajará nuestra autoestima; sobre todo cuando ya tenemos una larga historia
de derrotas.
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El simple hecho de
proponernos cosas nos hace sentir que hay esperanza de conseguirlo y que
nosotros somos capaces: sentimos que llevamos el control de nuestras vidas.
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Tener en mente objetivos
que aún no hemos cumplido puede hacer que no prestemos verdadera atención a lo que ya tenemos.
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