“Los supervivientes de los campos de concentración aún recordamos a algunos hombres que visitaban los barracones consolando a los demás y ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Quizá no fuesen muchos, pero esos pocos representaban una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino.” Viktor Frankl

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domingo, 15 de marzo de 2020

Dale forma a tu reclusión


Acepta la realidad. Por ahora son quince días de confinamiento. Pueden ser más. Pero recuerda que si estás en casa es porque no estás mal. Quince días, o treinta, pasan. Y, poco a poco, la adaptación, todos nosotros y nosotras, retomaremos el curso de nuestra vida. Sea cual sea. Y, años después, esto quedará como un episodio más de nuestra vida. Un episodio donde, lo tenemos claro, estamos haciendo lo correcto. Ahora mismo no sabemos qué pasará, pero por pensar más en ello, o hacer cálculos, no evitaremos nada. Recuerda que sólo podemos controlar lo que está en nuestras manos. No te adelantes, relájate y observa lo que tienes delante.
Planifica. Haz un horario para asegurarte de que eres tú quien controla tu día a día (adaptándote a las circunstancias, pero siempre con un intervalo de acción). En este horario no deben faltar tus prioridades: ejercicio físico, tus seres queridos, aficiones y otras obligaciones. Aunque al principio te cueste, al final mantendrá tu cabeza más centrada, estarás de mejor ánimo y descubrirás cada día.
Información adecuada. Informarse es necesario. Asegúrate de que sean fuentes fiables, y que ayuden (y no lo contrario) a encarar esto. La sobreinformación, sin embargo, mezcla bulos con verdades, aumenta la desinformación y la confusión y, por tanto, la ansiedad. Busca la información estrictamente necesaria y, como mucho, dedícale dos momentos al día. El resto, céntrate en el presente, a lo que tienes, a ti.
Mantén los contactos. Las tecnologías son herramientas y, como tal, se convierten en positivas o negativas según su uso. Aprovecha ahora la gran cantidad de alternativas que pone a nuestra disposición estos días: actividades para los niños y las niñas, conciertos gratuitos on line, cursos… y, sobre todo, mantener el contacto con nuestra gente. Las video llamadas, los chats… posibilitan seguir teniendo nuestras conversaciones y ratos con nuestra familia y amistades.
Creatividad. Haz que estos días sean una oportunidad para descubrir nuevas actividades, hacer tareas retrasadas, pasar verdadero tiempo de calidad con nuestra familia, con nosotros mismos, potenciar el “minuto diferente”, las nuevas ideas y las aficiones tanto tiempo postergadas.
Deporte. Aunque no se pueda salir hay miles de opciones para trabajar nuestra capacidad física que, si no la trabajamos todo este tiempo, se resentirá. Yoga, bicicleta estática, ejercicios sencillos de mantenimiento, abdominales, baile, andadora…
Cuídate y cuida. Mantente activo/a. No dediques todo tu tiempo a algo que no es tu vida real. Haz lo que te digan las autoridades pertinentes si tienes dudas o síntomas, pero el resto del tiempo, vive. Cuida a tus mayores, a tu familia, a ti mismo. Haciendo deporte y, también, trabajando mentalmente, para evitar dejarnos llevar por la ola de ansiedad.
Aprovecha para darle a estos días el significado que tú quieras. De una forma u otra, esto pasará. Tú decides qué haber hecho estos días. Por mucho que cambien las circunstancias, siempre está en nuestras manos qué hacer con ello…

sábado, 11 de noviembre de 2017

LOS FACTORES DE PERSONALIDAD



El principio de año es la época ideal para evaluar las metas que hemos conseguido y replantearnos objetivos. Pedimos deseos, recordamos, proyectamos y valoramos la vida que llevamos y la comparamos con la que querríamos llevar. Invocamos a la suerte, rituales y gestos externos que mejoren nuestra cotidianidad, cuando está en nuestras manos sacar el máximo provecho a nuestras circunstancias y optimizar las propias capacidades. Porque lo importante no es lo que nos pasa, sino cómo nos lo tomamos.
“Persona” viene etimológicamente del griego y significa “máscara”. Nuestra personalidad no es más, pues, que las reacciones y pensamientos que hemos decidido seguir según los eventos vitales que hemos ido disfrutando o sufriendo. Nadie nace con determinada forma de ser, excepto ciertos rasgos que sí son innatos, como el temperamento (ser más o menos nerviosa/o, por ejemplo). El resto de características de nuestra personalidad las vamos aprendiendo a lo largo de nuestro desarrollo vital. Al igual que hemos ido aprendiendo a comportarnos de determinada manera, también se puede desaprender si nos hace daño.

¿Qué rasgos de personalidad me pueden hacer daño?
En entornos sanitarios hay una clasificación de las personalidades que nos puede ayudar a tomar conciencia de algunas de las cosas que nos perjudican en el día a día:
-          Un 85.06 % de la población con hipertensión arterial presenta patrones definidos de personalidad tipo A. Se caracteriza por un alto grado de competitividad, impaciencia, a veces incluso hostilidad, personas exigentes, no delegan casi nunca, perfeccionistas y con un excesivo autocontrol. Sólo algunas de las consecuencias más comunes son el aumento de activación fisiológica, sanguínea y neuroendocrina, mayores conductas de riesgo (por pensar que “yo controlo”), disminución del apoyo social y mayor riesgo enfermedades cardiovasculares.
-          La personalidad tipo C se da en personas pasivas, reprimidas, que les cuesta expresar sus sentimientos e introvertidas. Las principales consecuencias de ello son una mayor probabilidad de cáncer, baja autoestima y trastornos del estado de ánimo, como depresión, estrés o ansiedad.

¿Qué rasgos de personalidad me pueden ayudar a ser más feliz?
Frente a las personalidades tipo A y C, la personalidad resistente es la que presenta mayores probabilidades de un desenvolvimiento pleno y de capacidad de afrontamiento ante las circunstancias negativas que se nos pueden ir presentando.
Rasgos de este tipo de personalidad y, por tanto, que nos pueden ayudar a ser más felices, son:
-          No pensar en el pasado o en el futuro, mientras no tenga relación con el problema. Debemos adaptarnos al presente, buscando soluciones o modificaciones que nos hagan más agradable el día a día.
-          Relativizar cada situación. No podemos ser extremistas y, en el caso de no haber conseguido hasta ahora nuestros resultados, creer que no los conseguiremos nunca. En cada situación particular hay que valorar sus datos concretos; puede que no tenga nada que ver con otras situaciones que hayamos vivido, por muy parecidas que nos parezcan.
-          No podemos controlar todo, por mucho que lo intentemos. Siempre pueden aparecer imprevistos ante los que debemos mostrarnos fuertes, con serenidad y adaptarnos, si queremos conseguir los mejores resultados posibles.
-          Expresar lo que sentimos nos ayuda a vernos menos solos/as, más capaces y que formamos parte de un grupo al que le importamos. Eso aumenta nuestra autoestima y nos facilita el aprendizaje y superación de cualquier evento estresante.
-          Es clave sentirnos siempre con la capacidad de afrontar cualquier problema o cambio. Por mucho que suframos, debemos ser conscientes de que el ser humano tiene una capacidad de resistencia mucho mayor de la que, de partida, podamos imaginar. Sólo necesitamos no rendirnos antes de intentarlo.
-          No es lo mismo enfrentar las situaciones difíciles como un problema sin solución que como un reto. Cada una de las cosas que vivimos aumentan nuestro aprendizaje y el propio desarrollo es fuente de fortalecimiento.
-          Una norma que facilita todo es la moderación. No arrojarnos en brazos de los excesos, actitudinales o emocionales, nos hace vivir con mayor relajación, facilita la toma de decisiones y evita trastornos físicos y psíquicos.
-          Debemos dejar un tiempo al día sin pensar en los problemas, donde seamos capaces de distraernos, disfrutar y desconectar. No todo en la vida son problemas o dificultades.
-          Cuando sea necesario hacer algo para enfrentar o solucionar una situación, pongámonos manos a la obra y planifiquemos sus posibles alternativas de resolución. Vamos a pensar en los pros y los contras de cada una, y nos quedaremos con la que decidamos que es más adecuada para nosotros/as (recuerda que no hay nada, de por sí, bueno o malo, sino algo adecuado a cada contexto).
-          Incluso en las peores circunstancias hay momentos de alegría y distracción, nunca lo olvides. Sólo tienes que estar abierta/o a esos instantes y quedarte con ellos.

La personalidad resistente
La personalidad resistente, los rasgos y actitudes que más nos ayudan a afrontar cualquier situación con los mejores resultados para nuestro bienestar y el de nuestro entorno, se resume en tres palabras:
  1. Reto. Nadie nace emocionalmente fuerte, pero sí podemos fortalecernos sólo ante la idea de que las circunstancias que vamos atravesando son un aprendizaje del que siempre sacaremos algo positivo.
  2. Compromiso. La personalidad resistente se da en personas que se sienten implicadas con los objetivos de su vida, su entorno y su propia forma de ser. Quieren mejorar, trabajan para ello, y no se dan por vencidos/as ante las dificultades por el gran compromiso e ilusión vital.
  3. Control. A la larga, nos ayuda a ser más felices y mejora nuestro desarrollo vital mantener la capacidad de control de nuestro entorno. Aunque no podamos conseguir todo lo que deseamos, es más posible cuando nos creemos capaces de cambiar las cosas. Es la condición “sine qua non” para conseguir cualquier objetivo. Y sólo fomentar esta creencia de que se es capaz, aumenta nuestra autoestima y nos hace no depender de circunstancias externas a nosotras/os mismas/os.
¿Debo cambiar algunos rasgos de mi personalidad?
Muchas veces no son las causas externas las que nos hacen sufrir, sino nuestra particular forma de tomarnos las cosas, obsesionarnos, no pasar página, desconfiar, etc. Responde en las siguientes frases si te parecen correctas o no:
1.      “Si cometo un error en el trabajo, pensarán que no valgo”
2.      “Ahora podría estar adelantando trabajo si no me hicieran esperar aquí”.
3.      “Los colaboradores que tengo no se dedican lo suficiente al trabajo”.
4.      “Los demás no hacen las cosas bien porque no quieren”.
5.      “La gente en general se despreocupa de sus obligaciones”.
6.      “No hay ningún motivo para que surjan imprevistos”.
7.      “Si le explico a otra persona lo que tiene que hacer, no lo entenderá y me hará perder tiempo. Mejor lo hago yo directamente”.
8.      “Las relaciones sociales fuera del mundo laboral son innecesarias”.
9.      “Si no me ocupo yo de las cosas, no lo hace nadie”.
10.  “Con una vez que se digan las cosas es suficiente”.
11.  “No existe ninguna razón que justifique llegar tarde a una cita”.
12.  “En el trabajo se tiene que estar alerta constantemente”.
13.  “Se me valora por mis logros y no por quién yo soy”.

Si estás de acuerdo con la mayoría, presentas ciertas actitudes que te dificultan el adecuado desarrollo y un disfrute pleno de tus circunstancias. Pensar que es real cada una de estas frases es algo que, emocionalmente, nos hace daño y dificulta el tomarnos las situaciones de manera positiva y relajada.

lunes, 14 de agosto de 2017

ESTRÉS VACACIONAL

Las vacaciones son una época de descanso y disfrute. Sin embargo, un gran número de personas no son capaces de relajarse y pasárselo bien; hay estudios que muestran que hasta un 60% no logra desconectar del todo en el periodo vacacional.
Llegamos a nuestro destino de ocio y, según van pasando los días, nos vamos sintiendo más cansados e irritables. Todo nos pone de mal humor. No estamos tranquilos y es muy posible que “pillemos” catarros, alergias u otras enfermedades leves. Un sentimiento de vacío nos va dominando. Es lo que se ha llamado como “depresión de la tumbona”.
¿Por qué no puedo disfrutar de mis vacaciones como quisiera?
-          Los cambios bruscos de rutina nos obligan a un tiempo de desequilibrio hasta que nos adaptamos: dificultades para dormir, ansiedad, molestias estomacales, etc. Estas dificultades serán mayores si hemos pasado de un exceso de actividad a prácticamente no tener nada que hacer.
-          Por mucho que nos quejemos de nuestra rutina cotidiana, lo cierto es que van creando unos hábitos de vida que nos dan seguridad: sabemos qué tenemos que hacer. Pero en las vacaciones todo está en el aire; decidir qué queremos,  a dónde vamos a ir, etc. Y decidir, con todas las ventajas psicológicas y de autoestima que conlleva, puede causar momentos de inseguridad y duda. “El miedo a la libertad”, como lo definiría el psicoterapeuta Fromm.
-          Hasta un tercio de las separaciones matrimoniales se producen  tras las vacaciones. Es un periodo de convivencia familiar más prolongada e intensa. Al pasar más tiempo juntos las exigencias y los roces aumentan, por lo que puede ser origen de importantes conflictos.
-          Junto con la Navidad, es el periodo por excelencia para pensar y reevaluar nuestras metas, éxitos y fracasos; y el resultado no siempre será positivo. Además, tener tiempo para pensar puede hacer que “estalle” todo lo que hemos callado o soportado durante el año, en forma de estrés o síntomas depresivos.
-          Algunas personas se embarcan en una temporada de exceso de actividad. Quieren hacer y ver todo, ahora que tienen tiempo: lugares, museos, actos... Es lo que se llama “Síndrome de Stendhal”.  El problema es que, más que descansar, lo único que logran es cansarse más. Así, al volver al trabajo llegan más débiles para encarar con calma el resto del año.
-          Sobre un 30% de los trabajadores y trabajadoras en vacaciones sigue manteniendo de alguna forma actividad laboral: revisar los correos electrónicos, recibir llamadas, adelantar tareas, etc. Creerse indispensable en la empresa, o no dejar de preocuparse en cómo irá ahora que no estás, sólo permite que tú estés de vacaciones y tu cabeza siga “en horario laboral”.
-          En la actual coyuntura, con la incertidumbre de la crisis, mucha gente se enfrenta a no saber qué le espera tras las vacaciones, con lo que es más difícil lograr la relajación necesaria para disfrutar nuestro tiempo de ocio.
Quiero disfrutar de mis vacaciones, ¿cómo lo consigo?
-          Para desconectar más fácilmente, tener la tranquilidad necesaria y realizar actividades variadas, abre tu correo electrónico, lee la prensa o recibe llamadas de trabajo, pero sólo durante una hora al día.
-          Es mejor dos descansos de quince días que uno de treinta. Mucho tiempo de ocio puede convertirse en una intranquilidad.
-          Ten expectativas realistas de tus vacaciones. No podrás ver cuatro ciudades de distintos países en una semana, ni descansar durmiendo cuatro horas diarias. Recuerda que es, principalmente, una temporada de descanso en la que tienes tiempo de hacer cosas que te gusten, pero para relajarse y disfrutar, no para aumentar el cansancio y el estrés. Es una oportunidad para cuidarte.
-          Un 15% dice sentirse estresado con los preparativos de las vacaciones. No lo dejes todo para el último día y empieza con tiempo. Planifica qué quieres, cómo, y dónde vais a ir. No te olvides de hacer el viaje lo más cómodo posible.
-          Si te cuesta mucho desconectar prueba yéndote muy lejos o, al contrario, pasar los primeros días en casa con tranquilidad.
-          Intenta no dejar cosas pendientes del trabajo para que luego no estés con la preocupación; planea con tiempo cómo lo vas a conseguir. Y si no tienes más remedio que dejar cosas sin hacer, quítale importancia; sólo debería estar hecho lo verdaderamente necesario.
-          Los fines de semana anteriores a tus vacaciones reflexiona acerca del tiempo que gastas pensando en el trabajo: ¿te sirve de algo? ¿Qué mejora? ¿Qué empeora? ¿A quién, además de ti, influye esa actitud? Decide qué tiempo quieres dedicar realmente a pensar en temas laborales y llévalo a cabo.
-          Las vacaciones son para hacer lo que te gusta y disfrutar, no para obligaciones; ni siquiera visitar muchos sitios para luego contárselo a familiares y amistades.
-          Facilita la adaptación a las nuevas circunstancias: tu propia almohada, el agua embotellada, cocinar platos caseros, etc. puede ayudar.
-          Para evitar conflictos deja que todos tengan su propio espacio. No tenéis por qué ir juntos al mismo sitio si va a ser origen de discusiones. Es mejor que cada uno elija su modo de disfrutar y que los demás lo respeten.
-          No dediques tu tiempo de ocio a preocuparte. Perderías una temporada ideal para hacer cosas nuevas, que no puedes disfrutar el resto del año. Cuando llegases de nuevo al trabajo volverías más débil y estresado, en vez de “con las pilas recargadas”. Para evitar pensar puedes realizar ejercicios cognitivos, como sopas de letras, crucigramas, lecturas, etc. que, además de desarrollar tus capacidades mentales, te distraerán de tus propios pensamientos negativos.
-          Recuerda que las vacaciones son, sobre todo, una época para auto regalarte lo que te gusta: aprovecha para dormir más, hacer ejercicio y deportes, viaja a sitios nuevos, lee, juega con tus hijos, pasea y admira el sol del atardecer, etc.


viernes, 3 de marzo de 2017

ASTENIA Y DESÁNIMO PRIMAVERAL

La sensación de “pilas desgastadas”
Llega la primavera; todo rebosa de vida, luz y optimismo. Sin embargo, no todo el mundo recibe esta estación del año con alegría: una de cada diez personas se siente cansada, con mucho sueño durante el día y pocas energías. Es lo que se llama Astenia Primaveral. Podemos sentir también:
-          Malestar general
-          Dolor de cabeza
-          Disminución del apetito
-          Pérdida de interés sexual
-          Debilidad física.
-          Apatía y desgana.
-          Irritabilidad y mal humor.
-          Tristeza.
-          Bajada de la tensión sanguínea.
-          Somnolencia o insomnio.
-          Dificultades de atención, memoria o concentración.

Lo padecen, sobre todo, mujeres de los veinte a los cincuenta años. Es un trastorno leve de adaptación al cambio estacional, por lo que su duración es temporal; poco a poco iremos adaptándonos a las nuevas condiciones.

¿Por qué sentimos la Astenia Primaveral?
En una zona del cerebro llamada hipotálamo se encuentra parte del control de la temperatura, el sueño, el hambre y las hormonas. Desde esta zona se expulsan sustancias que controlan el estado de ánimo, como la serotonina; y otras que nos hacen sentir bien y nos ayudan a soportar el dolor, como las endorfinas.
Cuando la temperatura sube con la llegada de la primavera, el cerebro recibe nueva información y se lleva un tiempo reestructurando las nuevas circunstancias. En ese proceso de adaptación las sustancias que nos hacen sentir bien, las endorfinas y otras, se reducen. Esto facilita que estemos más desganados, tristes, y cansados. Si a esto le añadimos otros factores que dificultan la adaptación podemos estar hablando de astenia primaveral. Hay dos tipos:
Astenia Funcional: los componentes principales son psicológicos.
Puede desencadenarse por un sobreesfuerzo físico o psíquico que conlleva cansancio, debilidad, fatiga, estrés y ansiedad. El estrés hace que se deteriore el sistema inmunológico con una bajada de las defensas, favoreciendo un  aumento de las alergias, las infecciones, el malestar y la debilidad física.
Una persona pesimista y tendente a la tristeza será más vulnerable al proceso de adaptación de la astenia primaveral, y sus síntomas depresivos aumentarán por esta época del año. El anuncio de una estación alegre, colorida y optimista basta para hacer decaer a las personas que no están satisfechas con su vida.
Astenia Orgánica. Hay problemas físicos que pueden provocar la astenia primaveral:
-          Anemia
-          Infecciones
-          Problemas endocrinos o neurológicos.
-          Problemas musculares o digestivos.
-          Apnea del sueño
-          Fibromialgia
-          Antibióticos u otros fármacos
-          Consumo de sustancias tóxicas, como tabaco, alcohol, drogas o excitantes.
-          Alergias
-          Sedentarismo o poca actividad física.
-          Insuficientes horas de sueño o poco reparador.


Astenia “Psicológica”
Astenia “Física”
Peor momento del día
Al amanecer
Al atardecer
Síntomas predominantes
Le cuesta dormirse o tiene sueño todo el día.
Ansiedad y preocupaciones.
Cansancio y fatiga.
Malestar y debilidad física.
Variaciones de los síntomas mientras dura
Mejoras y empeoramientos según el ánimo
Sin cambios importantes
Efectos de la actividad
Haciendo cosas mejora
Reposando mejora


¿Es astenia lo que siento o es “otra cosa”?
Si los problemas de sueño (somnolencia diurna, insomnio o sensación de sueño no reparador)  y la apatía no van desapareciendo al descansar y eliminar factores que nos estresan, podrían estar ocultando un trastorno de fondo.
Si la situación de cansancio, debilidad y desinterés se mantiene más allá de unos meses  podría tratarse del Síndrome de Fatiga Crónica o del Trastorno Estacional Afectivo, en los que se unen estos síntomas a otros más complejos, duraderos y relacionados con la depresión.
En cualquiera de estos casos debemos consultarlo con un profesional.
Por otra parte, si estamos padeciendo las consecuencias de un sobreesfuerzo físico o psíquico también sentimos fatiga, bajada de energía, etc. Pero, en este caso, al descansar, los síntomas desaparecen (en la astenia primaveral no).

¿Qué podemos hacer?
La astenia primaveral es un trastorno leve de adaptación, temporal, con lo que su tratamiento va más encaminado a la prevención y a la práctica de hábitos saludables. Aún así hay ciertos apuntes que nos pueden ayudar:
-          No dramatices la situación: recuerda que es algo pasajero, ten paciencia.
-          Duerme entre siete y ocho horas como mínimo. Acuéstate siempre que puedas a una hora parecida. Haz cenas ligeras y unas dos horas antes de acostarte. Si te duchas por la noche te ayudará a dormir relajado.
-          Sigue una dieta energética, que te ayude a tener fuerzas, pero sin grasas, fritos o precocinados. Come entre horas alimentos con vitaminas, como frutas o zumos. Lo ideal es hacer cinco comidas, porque así nuestro cuerpo está menos débil. No debemos saltarnos el desayuno: tras horas sin comer necesitamos alimentarnos bien si no queremos cansarnos. Las sustancias excitantes, como café, alcohol, o tabaco, aumentarán nuestra sensación de debilidad física y empeorarán los problemas de sueño.
-          Hidrátate: Cada día bebe como mínimo un litro y medio o dos de agua. El líquido ayuda a reequilibrar la tensión arterial en el caso de que la tengamos baja. Ten tu botella de agua siempre a mano, sobre todo ahora que hace más calor y sudamos.
-          Haz ejercicio sin cansarte demasiado. Si empiezas con un tiempo, cuando te vayas acostumbrando durarás más. Aprovecha el buen tiempo y pasea cada día sobre una hora: disfruta de la luz.
-          Relájate: tómate un tiempo para ti. Ya hemos visto que el estrés puede provocar, entre otras cosas, astenia. En el trabajo intenta descansar cinco minutos cada hora.
-          No estés sin actividad demasiado tiempo, por mucho cansancio que sientas: sólo conseguirás estar cada vez más débil y sin ganas. Haz actividades que te gusten y al aire libre. La luz del sol aumenta los niveles de endorfinas.
-          Ten una actitud positiva. Estar de buen humor y reír nos relaja. Aumenta las endorfinas, mejora la actividad cardiovascular y es más fácil controlar el sueño.
-          Disfruta de lo bueno que tienes en tu vida. La insatisfacción es una de las razones por las que nos sentimos vulnerables, débiles, sin ganas ni interés por nada, e incapaces de enfrentar lo que nos venga. Sonríe y deja que el calor del sol de la primavera te recuerde lo bueno que hay y lo fuerte que eres.







viernes, 25 de noviembre de 2016

PROPÓSITOS DE AÑO NUEVO. CÓMO CUMPLIRLOS


“Nuestro cerebro nos basta para salir del paso, pero siempre podemos mejorarlo” Gary Marcus

Empieza un año nuevo. Hacemos valoración del que ya ha pasado y nos planteamos cómo va a ser el que está por venir. Como en todos los anteriores, nos hacemos propósitos para mejorar nuestra vida. Nos repetimos frases como “de este año no pasa dejar de fumar”, “a partir de ahora voy a estar más con mi familia”… Sin embargo, sabemos que pocas veces los hemos cumplido. ¿Está el problema en tu fuerza de voluntad? ¿Crees que es imposible conseguir ese propósito de todos los años?
Sólo una de cada cinco personas cumple sus propósitos de año nuevo ¿Qué es lo que falla?:
-          Muchas veces nos dejamos llevar por el impulso de cambiar algo, pero no nos lo planteamos seriamente. Así, cuando nos enfrentamos a los primeros obstáculos, lo abandonamos (el fumador que recae cuando tiene cerca un cigarrillo).
-          Si los propósitos son muy generales, del tipo “quiero adelgazar” o “voy a estudiar”, es algo muy vago para motivarnos. No nos hacemos una imagen real de a dónde queremos llegar o cómo hacerlo.
-          Si nos planteamos cambiar muchas cosas o muy difíciles, nos vamos a sentir desbordados, ansiosos y  estresados. Ponérnoslo complicado no nos ayudará a conseguir nuestros objetivos; al contrario, nos saldrá mal y pensaremos que somos unos fracasados (y sólo ha sido un fallo de planteamiento).
-          Otras veces ocurre que, en realidad, no estamos motivados para hacerlo. Si pensamos que no nos hace falta hacer ejercicio, y sólo vamos al gimnasio por la presión de los demás, será muy probable que tardemos poco en abandonarlo.

Podemos seguir ciertos pasos que nos ayudarán a conseguir nuestros objetivos:
  1. Planea y decide qué quieres cambiar y cómo lo vas a hacer.
  2. Ponte una meta medible; concreta tu objetivo. No vale lo de “voy a hacer ejercicio”. Plantéate cuántas veces, en qué momento te viene mejor, cómo hacerlo de la manera en que más disfrutes, hasta cuándo, etc.
  3. Elige una sola meta por ahora, no te sobrecargues. Cuando consigas la primera ya te verás más capaz de ir a por otras.
  4. Ese objetivo tiene que ser realista. Parte de tus circunstancias vitales, no te compares y, sobre todo, no confundas lo que está en tu mano cambiar de lo que depende de otros (serán ellos los que tengan que decidir si quieren modificarlo o no). Una buena referencia puede ser mirar nuestro comportamiento el año pasado; si, de no hacer ningún ejercicio, queremos ir todos los días al gimnasio, será muy difícil de cumplir; empieza por tres días a la semana, por ejemplo.
  5. Empecemos por lo más fácil y nos servirá de motivación al ver que vamos consiguiendo cosas.
  6. Plantéatelo a corto plazo. Si la meta es hacer ejercicio tres veces por semana durante un mes, será más fácil de cumplir que durante todo el año, e irás viendo que eres capaz de conseguirlo. Además, sin darte cuenta, irás creando el hábito, que es lo más importante; haciendo más probable, por tanto, mantenerlo.
  7. Ponlo por escrito. Escribir nuestros propósitos significa un compromiso. Algunos autores afirman que, los que así lo hacen, tienen un 42% más de éxito.
  8. Díselo a todos. Es posible que si no te atreves a manifestar tus intenciones a los demás sea porque tu intención no es real. Si tu entorno sabe lo que quieres conseguir, será un motor para no dejar tus proyectos. Si les comentas a menudo cómo te está yendo en tu proceso de dejar de fumar, es más difícil que encuentres excusas cuando te vean recaer, porque saben de tu evolución. Y esto te ayudará.
  9. El momento ideal para realizar actividades nuevas que quieres mantener es tras algo rutinario. Por ejemplo, si quieres hacer ejercicio, elige el momento antes o después del trabajo, así lo irás incluyendo en tu rutina y lo harás casi sin pensar.
  10. Cambia un hábito negativo por otro positivo siempre que puedas. Si, por ejemplo, lo que estás intentando es dejar de fumar, te lo hará más fácil el distraerte de vez en cuando con algo que te guste, más positivo, por ejemplo ir en bici. Además, así compruebas tu mejoría física.
  11. Ponte recordatorios y premios. Cada vez que consigas una meta o, simplemente, veas que vas por buen camino, date una recompensa: ve al cine, trabaja ese día menos, etc. No pierdas de vista y graba tus progresos: los kilos de menos, la respiración honda sin tos, tu ropa sin olor a tabaco, etc.
  12. Los abandonos son comunes, pero si mantienes tus objetivos, sólo habrá sido un paréntesis en tu camino. A veces es necesario corregir nuestras metas o el modo de conseguirlas; con ello aprendemos, evolucionamos y, si no nos rendimos, serán sólo los pasos necesarios hacia nuestra meta. Eso sí, nunca abandones tus proyectos varios días: te costará más volver y habrás perdido el hábito.
LAS CLAVES A TENER EN CUENTA:

-          Conseguir algo, en contra de lo que muchos creen, no consiste en tener fuerza de voluntad, sino en convertir en hábito lo que nos lleva a ello. Algunos autores explican que el cerebro tiene dos sistemas de funcionamiento muy distintos: el pensar y el actuar; el sistema deliberativo y el reflejo. Vivimos el día a día de manera automática, sin pararnos a recapacitar. Querer algo significa pensar que lo queremos; en el momento en que dejamos de reflexionar, volvemos a lo de todos los días. Si de verdad queremos conseguirlo, tendremos que incluir las acciones necesarias en nuestra rutina diaria para hacerlo sin pensar; sino, volveremos a lo de siempre.
-          No podemos elegir nuestra meta en base a un tiempo que no sea el presente. Si hasta entonces no hemos tenido mucho éxito no quiere decir que, a partir de ahora, vaya todo igual. Si tú crees que nada va a cambiar, sin darte cuenta, harás todo lo posible para que sea así (necesitamos creer que no estamos equivocados, muchas veces a costa de nosotros mismos). Y tampoco funciona guiarse por un futuro que no existe; el cuento de la lechera de “yo saldría más si estuviese más delgada” no vale. Tus circunstancias en el presente son unas, y tienes que decidir qué hacer con ellas, a día de hoy; sino, tus metas no se cumplirán nunca esperando un hipotético tiempo mejor.
-          Arriésgate. Que partamos de lo fácil no quiere decir que no vayamos poco a poco consiguiendo sueños. Sólo si te crees capaz de conseguir algo, podrás alcanzarlo. No te limites a la hora de fijarte objetivos, pero haz planes para prevenir cualquier dificultad. Muchas cosas en la vida no puedes cambiarlas, pero a ti sí. “Sé la persona que quieres ser”.
-          Nos equivocamos a menudo de objetivos vitales. Creemos que estar más delgado, o tener pareja o ser exitoso nos hará felices, cuando está comprobado que lo que realmente nos ayuda es:
o   Creernos con el control de nuestra vida. No depender o hacer sólo lo que otros digan. Vernos con la capacidad de afrontar y cambiar todo, aunque sea la forma en cómo nos lo tomamos.
o   Permanecer activos. Estar ocupado nos distrae de malos pensamientos, nos vemos útiles y el cuerpo expulsa endorfinas, unas sustancias que nos hacen sentir mejor.
o   Comunicarnos. Nos sentimos parte de un grupo y que cuentan con nosotros. Expresamos nuestros sentimientos y se rebaja la ansiedad.
o   Aprender algo nuevo cada día. Nos hace sentir curiosidad por la vida y aumenta la confianza en nosotros mismos.
o   Integrarnos en la naturaleza o en ambientes nuevos. Nos ayuda a salir de esa rutina refleja diaria, a relativizar y a relajarnos.
o   Aprender a disfrutar de lo que ya tenemos. Prestemos atención a lo que nos rodea y saquémosle el máximo partido posible. Acuérdate de la frase “no es más feliz quien más tiene, sino el que menos necesita”.
-          Nuestro verdadero caballo de batalla debería ser luchar contra los pensamientos negativos. Ellos son los verdaderos responsables de que no seamos todo lo felices que podemos. Da igual por lo que estemos pasando, siempre habrá alguien que, en esas mismas circunstancias sea feliz. ¿Qué cambia? Que han aprendido a desechar todas las ideas que les impiden disfrutar, como “soy incapaz”, “no puedo cambiar”, “es imposible”, “soy un fracasado”, “nadie me quiere”, “tengo mala suerte”, “si no consigo esto, no valgo”, etc. Recuerda que lo que pienses va creando el camino que llevas.

BENEFICIOS DE LOS  PROPÓSITOS DE AÑO NUEVO
PERJUICIOS DE LOS PROPÓSITOS
DE AÑO NUEVO
Necesitamos de objetivos en la vida para saber a dónde queremos ir y cómo queremos ser. Los sueños y la esperanza son la gasolina del día a día.
Si intentamos hacer muchas cosas o muy difíciles, el nivel de exigencia será tan alto que puede provocarnos ansiedad y estrés.
Al plantearnos nuevas metas nos damos cuenta de las que ya hemos alcanzado. Nos sentimos útiles y con capacidad de cambiar lo que no nos gusta.
Si no conseguimos nuestros objetivos nos sentiremos fracasados y bajará nuestra autoestima; sobre todo cuando ya tenemos una larga historia de derrotas.
El simple hecho de proponernos cosas nos hace sentir que hay esperanza de conseguirlo y que nosotros somos capaces: sentimos que llevamos el control de nuestras vidas.
Tener en mente objetivos que aún no hemos cumplido puede hacer que no prestemos verdadera atención a lo que ya tenemos.