La
crisis que vivimos actualmente ha agudizado un problema social, familiar e
individual: el desempleo.
Cuando
alguien recibe la noticia de un despido, en una primera fase sufre un shock:
nos sorprendemos, desorientados reevaluamos nuestro entorno vital. El futuro
que nos imaginábamos cambia, sabemos que el día a día va a ser distinto y nuestra
vida deja de tener metas claras.
Cuando
nos paramos a pensar y expresamos lo que sentimos a familiares y amigos, podemos
tener la sensación de que saldremos fácilmente; pueden ser simplemente las
vacaciones que siempre hemos deseado. Confiamos en lo que puedan hacer por
nosotros nuestras amistades y contactos, se nos ocurren múltiples salidas y
cosas que hacer. Puede que disfrutemos de cierta seguridad económica: el subsidio,
el finiquito, etc. Normalmente aún hacemos poco por encontrar trabajo,
esperamos que algo externo lo solucione. En cierto modo negamos la situación
real de desempleo.
Si
el tiempo pasa y no hemos encontrado trabajo, empezaremos a ponernos más nerviosos.
La necesidad económica la sentiremos más acuciante, y los fracasos en la
búsqueda de empleo irán minando nuestro ánimo. Crecerá la obsesión por la
economía y el trabajo, haciéndonos irritables, incluso agresivos. El
sentimiento de desvalorización aumenta; es posible que empecemos a vernos como
alguien incapaz, inútil, un jubilado prematuro o que nuestra vida dejó de tener
sentido.
Se
le llama “síndrome de invisibilidad”
a la sensación de no contar, de ser invisibles para la sociedad: los parados no
pueden consumir tanto, ni conocer mundo o experiencias que el dinero facilita;
parece que no tienen estatus al no disponer de un empleo. La autoestima se
resiente mucho, se desconfía ya de encontrar trabajo y se encierran en sí
mismos. Pueden rehuir los contactos sociales por vergüenza, y eso les hará
objeto cada vez de más insolidaridad por parte de los demás. Como el mal humor
y la hostilidad pueden crecer, sus seres cercanos también tenderán a alejarse,
además de aumentar las tensiones familiares por las presiones económicas.
Las
personas que más probabilidad tienen de pasarlo peor son precisamente las que
comienzan con unas altas expectativas de encontrar trabajo: cada fracaso les
hará desanimarse y reconsiderar esas esperanzas. Los que han basado gran parte
de su vida en su profesión, también serán los que más se resientan de esta
situación de desempleo.
¿Qué podemos hacer ante el
desempleo?:
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En la superación de un problema grave pasamos
por varias fases: negación, depresión,
ira y aceptación. Según la persona variará ese orden; incluso es posible
que no hagan falta ciertas fases. Lo que sí es necesario es la aceptación. Aceptar una situación es
valorarla con tranquilidad tal como es: una circunstancia a resolver o a
sobrellevar de la mejor manera posible. La aceptación es vital, sobre todo en
una coyuntura como la actual, en la que los trabajos son más temporales, y la
media de cambios laborales a lo largo de la vida ha aumentado a niveles muy
altos.
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No
eliges tu situación, pero sí cómo vivirla: de todas las
experiencias aprendemos, pero son las duras, sobre todo, las que cambian
nuestra personalidad. Si nos dejamos hundir, estamos eligiendo ser una persona
más triste, solitaria y, sobre todo, que no hace lo que tiene que hacer para
resolver de la mejor manera la situación.
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La mejor herramienta será tu autoestima: si no nos creemos capaces,
sin darnos cuenta, haremos lo posible para no ser capaces. Una persona que se siente
útil y válida llamará a todas las puertas, no se desanimará y sabe que, tarde o
temprano, con constancia, conseguirá su objetivo. No te dejes arrastrar por la
creencia errónea de que sólo es válido el que trabaja. Uno se define por cómo
es, no por el trabajo que ocupa.
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Lo principal es aprender a apartar los pensamientos que no nos ayudan:
o
Si nos sentimos obligados aumentará cada
vez más nuestra ansiedad. Pase lo que pase, la vida sigue. Con mejores o peores
circunstancias, podremos seguir riendo y teniendo buenos momentos: excepto en
el caso de que estemos tan ansiosos que no nos demos cuenta de ello.
o
Quejarnos creará un ambiente alrededor
nuestro, en nuestra rutina, las entrevistas, la búsqueda de empleo, etc. de no
poder controlar las experiencias, pesimismo y negatividad, que irá haciendo
nuestro día a día cada vez más oscuro y, sobre todo, nos alejará de la actitud adecuada
para encontrar un trabajo.
o
El miedo sólo logra congelarnos en la
pasividad y que todos los esfuerzos que tenemos que hacer nos cuesten el doble.
o
Echarte encima unas culpas que no
tienes, o anclarte en el rencor, hace que estés pensando en circunstancias que
no ayudan a conseguir lo que te propones; al contrario, te irás sintiendo cada
vez peor y más aislado.
-
Planea
un horario de actividades y un programa de acción;
tanto de tu rutina, como de lo que vas a hacer para encontrar trabajo. Busca
toda la información que puedas sobre orientación laboral, ofertas de empleo,
formación, etc. Dedica todos los días un tiempo a algo relacionado con la
búsqueda de un trabajo, como enviar currículos, llamar a las ofertas que te
interesen, visitar empresas de tu ámbito laboral o que te interesen, hacer
cursos, etc. En realidad no estás desocupado, tienes una tarea: encontrar
trabajo. Y el resto del día dedícalo a disfrutar: sólo tú sabes cómo.
-
Relájate
y pásatelo bien. Haz cosas que te gustan y que siempre
has querido hacer, ahora que tienes tiempo es tu oportunidad y tu derecho. No
dejes de lado tu objetivo de encontrar trabajo; pero mientras lo haces,
disfruta todo lo que puedas. Distraerte, reír, seguir sintiéndote ocupado en
algo te aportará la calma y la objetividad necesaria para tratar la situación
“de tú a tú”, sin miedos y con los pies en la tierra.
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No
te aísles. Cuenta con tus seres cercanos, y expresa cómo te
sientes. Aprovecha para conocer grupos nuevos y relaciónate. Te distraerá, te
cargará de ánimos y te ayudará a salir de ese sentimiento de “invisibilidad”.
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No
te dejes llevar por las emociones: sentirte peor en estas
circunstancias es algo lógico. No por ello estás enfermo o enferma, y sigues
siendo igual de capaz que cuando tenías empleo. Además, todos los seres humanos
tenemos un factor potencial que se llama “resiliencia”:
la capacidad de desarrollarse y vivir bien a pesar de las condiciones negativas
de la vida. Pero si no haces nada, te rindes y te dejas llevar con pasividad
por lo que te vaya pasando, es cuando estás asegurando que no vayas a encontrar
trabajo, además de sentirte cada vez peor.
-
Cada
fracaso te acerca al objetivo: hay que llamar a cien
puertas antes de que alguna se abra. Que te rechacen no significa nada de cómo
eres, simplemente quiere decir que no estás dejando de intentarlo. En contra de
lo que muchos pueden creer, encontrar empleo es una tarea a largo plazo, una
carrera de fondo. Lo más seguro es que pase un tiempo más o menos prolongado
hasta que te vuelvan a contratar; por eso, sobre todo: paciencia, calma y
constancia.
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Y recuerda que en chino “crisis” significa oportunidad. A día
de hoy no sabes qué nuevas experiencias o campos laborales que se te pueden
abrir si sigues esforzándote en ello.
Las personas en situación de
desempleo acuden al médico hasta 10 veces más que la media de la población
general.
Síntomas más comunes:
insomnio, depresión, baja autoestima o ansiedad.
Síntomas más comunes en los jóvenes
desempleados: agresividad, mal humor, problemas de
conducta o abuso de sustancias.