“Los supervivientes de los campos de concentración aún recordamos a algunos hombres que visitaban los barracones consolando a los demás y ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Quizá no fuesen muchos, pero esos pocos representaban una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino.” Viktor Frankl

.

.

miércoles, 30 de marzo de 2011

VIVIR EN DESEMPLEO



 
La crisis que vivimos actualmente ha agudizado un problema social, familiar e individual: el desempleo.
Cuando alguien recibe la noticia de un despido, en una primera fase sufre un shock: nos sorprendemos, desorientados reevaluamos nuestro entorno vital. El futuro que nos imaginábamos cambia, sabemos que el día a día va a ser distinto y nuestra vida deja de tener metas claras.
Cuando nos paramos a pensar y expresamos lo que sentimos a familiares y amigos, podemos tener la sensación de que saldremos fácilmente; pueden ser simplemente las vacaciones que siempre hemos deseado. Confiamos en lo que puedan hacer por nosotros nuestras amistades y contactos, se nos ocurren múltiples salidas y cosas que hacer. Puede que disfrutemos de cierta seguridad económica: el subsidio, el finiquito, etc. Normalmente aún hacemos poco por encontrar trabajo, esperamos que algo externo lo solucione. En cierto modo negamos la situación real de desempleo.
Si el tiempo pasa y no hemos encontrado trabajo, empezaremos a ponernos más nerviosos. La necesidad económica la sentiremos más acuciante, y los fracasos en la búsqueda de empleo irán minando nuestro ánimo. Crecerá la obsesión por la economía y el trabajo, haciéndonos irritables, incluso agresivos. El sentimiento de desvalorización aumenta; es posible que empecemos a vernos como alguien incapaz, inútil, un jubilado prematuro o que nuestra vida dejó de tener sentido.
Se le llama “síndrome de invisibilidad” a la sensación de no contar, de ser invisibles para la sociedad: los parados no pueden consumir tanto, ni conocer mundo o experiencias que el dinero facilita; parece que no tienen estatus al no disponer de un empleo. La autoestima se resiente mucho, se desconfía ya de encontrar trabajo y se encierran en sí mismos. Pueden rehuir los contactos sociales por vergüenza, y eso les hará objeto cada vez de más insolidaridad por parte de los demás. Como el mal humor y la hostilidad pueden crecer, sus seres cercanos también tenderán a alejarse, además de aumentar las tensiones familiares por las presiones económicas.
Las personas que más probabilidad tienen de pasarlo peor son precisamente las que comienzan con unas altas expectativas de encontrar trabajo: cada fracaso les hará desanimarse y reconsiderar esas esperanzas. Los que han basado gran parte de su vida en su profesión, también serán los que más se resientan de esta situación de desempleo.
¿Qué podemos hacer ante el desempleo?:
-          En la superación de un problema grave pasamos por varias fases: negación, depresión, ira y aceptación. Según la persona variará ese orden; incluso es posible que no hagan falta ciertas fases. Lo que sí es necesario es la aceptación. Aceptar una situación es valorarla con tranquilidad tal como es: una circunstancia a resolver o a sobrellevar de la mejor manera posible. La aceptación es vital, sobre todo en una coyuntura como la actual, en la que los trabajos son más temporales, y la media de cambios laborales a lo largo de la vida ha aumentado a niveles muy altos.
-          No eliges tu situación, pero sí cómo vivirla: de todas las experiencias aprendemos, pero son las duras, sobre todo, las que cambian nuestra personalidad. Si nos dejamos hundir, estamos eligiendo ser una persona más triste, solitaria y, sobre todo, que no hace lo que tiene que hacer para resolver de la mejor manera la situación.
-          La mejor herramienta será tu autoestima: si no nos creemos capaces, sin darnos cuenta, haremos lo posible para no ser capaces. Una persona que se siente útil y válida llamará a todas las puertas, no se desanimará y sabe que, tarde o temprano, con constancia, conseguirá su objetivo. No te dejes arrastrar por la creencia errónea de que sólo es válido el que trabaja. Uno se define por cómo es, no por el trabajo que ocupa.
-          Lo principal es aprender a apartar los pensamientos que no nos ayudan:
o   Si nos sentimos obligados aumentará cada vez más nuestra ansiedad. Pase lo que pase, la vida sigue. Con mejores o peores circunstancias, podremos seguir riendo y teniendo buenos momentos: excepto en el caso de que estemos tan ansiosos que no nos demos cuenta de ello.
o   Quejarnos creará un ambiente alrededor nuestro, en nuestra rutina, las entrevistas, la búsqueda de empleo, etc. de no poder controlar las experiencias, pesimismo y negatividad, que irá haciendo nuestro día a día cada vez más oscuro y, sobre todo, nos alejará de la actitud adecuada para encontrar un trabajo.
o   El miedo sólo logra congelarnos en la pasividad y que todos los esfuerzos que tenemos que hacer nos cuesten el doble.
o   Echarte encima unas culpas que no tienes, o anclarte en el rencor, hace que estés pensando en circunstancias que no ayudan a conseguir lo que te propones; al contrario, te irás sintiendo cada vez peor y más aislado.
-          Planea un horario de actividades y un programa de acción; tanto de tu rutina, como de lo que vas a hacer para encontrar trabajo. Busca toda la información que puedas sobre orientación laboral, ofertas de empleo, formación, etc. Dedica todos los días un tiempo a algo relacionado con la búsqueda de un trabajo, como enviar currículos, llamar a las ofertas que te interesen, visitar empresas de tu ámbito laboral o que te interesen, hacer cursos, etc. En realidad no estás desocupado, tienes una tarea: encontrar trabajo. Y el resto del día dedícalo a disfrutar: sólo tú sabes cómo.
-          Relájate y pásatelo bien. Haz cosas que te gustan y que siempre has querido hacer, ahora que tienes tiempo es tu oportunidad y tu derecho. No dejes de lado tu objetivo de encontrar trabajo; pero mientras lo haces, disfruta todo lo que puedas. Distraerte, reír, seguir sintiéndote ocupado en algo te aportará la calma y la objetividad necesaria para tratar la situación “de tú a tú”, sin miedos y con los pies en la tierra.
-          No te aísles. Cuenta con tus seres cercanos, y expresa cómo te sientes. Aprovecha para conocer grupos nuevos y relaciónate. Te distraerá, te cargará de ánimos y te ayudará a salir de ese sentimiento de “invisibilidad”.
-          No te dejes llevar por las emociones: sentirte peor en estas circunstancias es algo lógico. No por ello estás enfermo o enferma, y sigues siendo igual de capaz que cuando tenías empleo. Además, todos los seres humanos tenemos un factor potencial que se llama “resiliencia”: la capacidad de desarrollarse y vivir bien a pesar de las condiciones negativas de la vida. Pero si no haces nada, te rindes y te dejas llevar con pasividad por lo que te vaya pasando, es cuando estás asegurando que no vayas a encontrar trabajo, además de sentirte cada vez peor.
-          Cada fracaso te acerca al objetivo: hay que llamar a cien puertas antes de que alguna se abra. Que te rechacen no significa nada de cómo eres, simplemente quiere decir que no estás dejando de intentarlo. En contra de lo que muchos pueden creer, encontrar empleo es una tarea a largo plazo, una carrera de fondo. Lo más seguro es que pase un tiempo más o menos prolongado hasta que te vuelvan a contratar; por eso, sobre todo: paciencia, calma y constancia.
-          Y recuerda que en chino “crisis” significa oportunidad. A día de hoy no sabes qué nuevas experiencias o campos laborales que se te pueden abrir si sigues esforzándote en ello.

Las personas en situación de desempleo acuden al médico hasta 10 veces más que la media de la población general.

Síntomas más comunes: insomnio, depresión, baja autoestima o ansiedad.
Síntomas más comunes en los jóvenes desempleados: agresividad, mal humor, problemas de conducta o abuso de sustancias.

miércoles, 2 de marzo de 2011

ENFRENTAR LA SOLEDAD



La soledad es un sentimiento de aislamiento que provoca angustia, tristeza y malestar, con síntomas parecidos a la depresión y la ansiedad:
-          Sensación de vacío: no se encuentra sentido a la vida.
-          Nerviosismo: la necesidad frustrada de comunicación puede desembocar en un estado de ansiedad prolongado.
-          Disminución de la vitalidad y desesperanza.
-          Mal humor, agresividad, o frialdad: actitudes de frustración que sólo incrementan la distancia con los demás.
Podemos decir que hay tres tipos de soledad, aunque normalmente van unidos:
-          Soledad emocional es la necesidad de establecer un vínculo afectivo con una persona que nos ayude a sentir más seguros e importantes.
-          Soledad  social se refiere a la búsqueda de integración en un grupo con el que compartir aficiones e intereses.
-          Soledad existencial es el sentimiento de que la vida no tiene sentido. Hay que señalar que, los que piensan esto, olvidan que no nacemos con un sentido dado: “La vida tiene el sentido que tú le des”.
¿Qué hace que nos sintamos solos?
-          Las experiencias de poco afecto, separaciones, pérdidas o marginación social aumentarán el sentimiento de aislamiento. Necesitamos un entorno que nos acepte y muestre afecto para un adecuado desarrollo de nuestra autoestima; sino, nos costará más creer que somos dignos de ser tenidos en cuenta.
-          No querernos. Si no nos valoramos crecerá nuestra introversión e iremos restringiendo cada vez más nuestras relaciones.
-          Callar nuestros sentimientos sólo consigue hacernos sentir incomprendidos y que estamos fuera de todo.
-          Pocas habilidades sociales. No se puede obligar a las personas a que nos quieran, ni podemos gustar a todos. Si sólo pensamos en cómo actuamos frente a los demás, nos olvidaremos de lo que ellos necesitan y nos encontraremos con su rechazo. Si queremos evitar esto, tendremos que aprenderlo poco a poco en la participación con los otros.
-          Actitudes negativas como pensar que todos son malos, que eres una víctima, la agresividad o el mal humor sólo consiguen fabricar barreras frente a los demás.
-          El miedo no es más que una forma de protegerse ante los posibles rechazos o heridas y de que conozcan cosas de nosotros mismos que no nos gustan; pero nos impide acercarnos a los demás.
La soledad en compañía
A veces nos sentimos incomprendidos, fuera de todo, que no encajamos, aunque estemos rodeados de gente que nos quiere. ¿Qué puede hacer que nos sintamos así?:
-          Expectativas acerca de la vida poco realistas. Sin experimentarlo ni intentarlo, o teniendo pocas pruebas, afirmamos cosas como “nadie me va a querer”, “todos son iguales”, “no puedo cambiar”, etc.
-          Haber sufrido experiencias negativas, como vivir en un ambiente de tristeza continua, perder seres queridos o padecer situaciones que hayan ocasionado una herida importante a nuestra estima, nos hacen creer que todo será siempre así.
-          Temor al rechazo. Suele iniciarse por un golpe que resiente la opinión sobre nosotros mismos, y que logra que nos sintamos inseguros ante los demás. Ante esa inseguridad aumenta nuestro miedo y se prefiere huir de los otros antes que enfrentar otro rechazo.
-          Desconfianza. Nos cuesta abrirnos a los demás por temor a una negativa que pensamos que es inevitable, lo que nos genera un vacío inmenso; pero no nos damos cuenta de que los responsables de ello son nuestro propio alejamiento y suspicacia, sino que lo justificamos con frases como “no me entienden”, “todos son diferentes a mí”, “la gente sólo va por interés”, etc.
-          Dificultad para expresar sentimientos y opiniones. Sentimos que nuestros puntos de vista y emociones no tienen ningún valor para los demás y preferimos callárnoslos.
-          Una baja autoestima es el origen de todo. No nos valoramos ni nos creemos capaces de gustar, agradar o ser amados. Tan poco importantes nos sentimos que, antes de hacer nada, ya imaginamos el rechazo, cuando los que nos rechazamos somos nosotros mismos.
La soledad ¿elegida?
Los momentos de soledad son los idóneos para relajarnos, reflexionar o disfrutar de las cosas que nos gustan. Ser capaces de estar solos, en la sociedad actual que valora, por encima de todo, la autonomía e independencia, es un valor añadido. Pero no hay que olvidar que las relaciones son algo esencial en nuestro desarrollo y para afrontar las dificultades. Algunas personas disfrazan sus pocas habilidades para relacionarse con los demás en forma de fortaleza e independencia, como una “soledad elegida”; cuando lo único que buscan es, como todos, afecto y respeto.
Cómo superar la soledad
-          Admite el problema y decide qué vas a hacer. Darse cuenta de que sufrimos y que tenemos que hacer algo para cambiar es el comienzo de toda mejora. Pregúntate acerca de tu autoestima, tus miedos, el temor al rechazo.
-          Acepta lo que no puede ser cambiado. El desánimo y la autocompasión sólo logran empeorar todo. Aprende a disfrutar de lo que tienes y toma las cosas con humor, no tan en serio. No elegimos lo que nos pasa, pero sí cómo vivirlo.
-          Ante la pérdida o separación de seres queridos no tengas miedo de tu tristeza. Relájate y ten confianza en que lo superarás; cada vez tendrás más fuerzas y más ganas de volver a conocer a gente. Todo puede cambiar, muchas veces inesperadamente, pero nuestra vida sigue y no debemos tirar la toalla y desaprovechar lo que aún nos pueda ofrecer: está en tu mano hacerte más fuerte, aprender y aliviar en lo posible el dolor.
-          Mantén los contactos personales. No huyas nunca. Aprovecha cualquier ocasión para relacionarte con los demás: el aislamiento será cada vez menor, y también el miedo. Es una oportunidad para nuevas actividades, amistades y distracciones.
-          Toma la iniciativa en las relaciones. Olvídate de tus temores y conoce a quien te interese. No esperes a que lo hagan los demás, ni como tú quisieras; cada uno tiene su forma de ver la vida y eso no quiere decir que te rechacen.
-          Confía en ti. Nadie es perfecto, pero si no nos creemos capaces de hacer algo, no lo haremos. Fíjate en tus puntos positivos y no tanto en los que no te gustan. Eres capaz de cambiar: imagínate consiguiendo lo que quieres, y viendo por fin lo bueno que tienes; será el motor que te ayude a ir hacia delante.
-          Enfrenta los riesgos necesarios para estar con los demás. Tomar decisiones puede significar perder algo, pero es la prueba de que llevamos el control de nuestras vidas; es preferible fracasar que no haberlo intentado. Pierde tu miedo al rechazo y recuerda que si quieres algo, tendrás que buscarlo.
-          Disfruta de tus momentos de soledad; también son necesarios y nos sirven para reflexionar, conocernos, relajarnos y hacer lo que nos gusta.
-          No te encierres: sal a la calle y practica actividades de ocio, culturales o deportivas que te gusten. Te ayudarán a realizarte, te distraerán, aumentará tu ánimo y podrán ser la oportunidad para conocer a más gente.
-          Ten proyectos y objetivos y céntrate en ellos. El cerebro es como un músculo; si le acostumbras a pensar de determinada manera, cada vez se hará más fuerte y capaz para seguir pensando así. Si quieres que no aumente tu sensación de soledad o dolor, piensa en otras cosas: en tus actividades, tus ilusiones, lo que te gusta hacer, etc.        
-          Si aún haciendo todo esto no te ves con fuerzas, acude al especialista de la psicología, te ayudará a dar el primer empujón.