Es
mediante los otros como aprendemos lo que es el mundo, cómo actuar e incluso
quiénes somos. No sabríamos si nuestro cuerpo es alto o bajo si no fuera porque
lo comparamos con el de los demás. La cultura se transmite de generación en
generación por la comunicación entre personas. Si no participásemos en la
sociedad no podríamos aprender ciertas habilidades básicas, como pedir favores
o solucionar conflictos. Al no vernos capaces no nos apreciaríamos a nosotros
mismos, con lo que lo más probable es que nos sintiésemos tristes, aislados y
débiles. Ese ánimo y unas escasas habilidades de resolución de problemas
llenarían nuestra vida de dificultades, sobre todo para adaptarnos a los
cambios vitales.
La
búsqueda de compañía de los demás se denomina necesidad de afiliación; para el ser humano sólo es menos importante que las
necesidades de supervivencia y seguridad. La afiliación cumple unas funciones:
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La principal es asegurar la
supervivencia como especie e individuo.
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Reduce el miedo y la ansiedad ante los
acontecimientos de la vida. Existe una base de apoyo y seguridad ante los
cambios.
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Comparamos nuestras habilidades y actitudes
personales y así aprendemos a conocernos. Los demás son la guía que nos dice
cómo queremos responder.
La
tendencia a afiliarse con alguien se llama atracción.
Hay una valoración de esa persona y conlleva distintos efectos positivos:
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Felicidad.
Muchos estudios indican que las personas casadas son más felices que los que no
tienen pareja, sobre todo los hombres. Aunque la clave no está en tener o no
relación, sino en su calidad.
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Salud
mental. Te sientes querido y eso hace que te valores más. Las
emociones son más positivas que estando solo; es más fácil que no se dé
depresión o ansiedad. Pensar que alguien está dispuesto a ayudarte hace que
enfrentes mejor y más fácilmente los acontecimientos estresantes.
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Salud
física. Las personas con una relación de pareja padecen
menos estrés y adoptan hábitos de vida más saludables.
Hay
tantas definiciones de amor como
personas: cada pareja es una historia distinta. Según algunos autores el amor
“perfecto” sería una mezcla de intimidad, pasión y compromiso. Por supuesto que
este tipo de relación es el que más cuesta formar y mantener ¿Qué es necesario
para acercarse a este “amor completo”?
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Todos somos humanos y la decepción es
parte de cualquier relación. Lo importante es recordar que, detrás de esa decepción
y las circunstancias, sigue estando la persona a la que admiramos.
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La inmadurez, las prisas y el no
valorarnos son los mayores aliados a la hora de elegir un mal compañero o
compañera. Debemos recordar que tener pareja conlleva beneficios, pero no es
una necesidad sin la cual la vida deje de tener sentido.
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Una relación se hace, no nace. Debemos
cultivarla compartiendo momentos de diversión, recordando el por qué es tan
especial, expresando nuestros sentimientos; creando nuestra propia historia de
amor y dándole juego a la imaginación.
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Debemos ser conscientes de que cualquier
adopción de compromisos coarta parte de nuestra libertad; debemos dejar espacio
a la individualidad, respetando al otro como si no se hubiese adoptado ningún
compromiso de permanencia.
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En caso de ruptura no podemos olvidar
que si una vez no ha salido bien (o cien) no quiere decir que nunca vayamos a
disfrutar de una buena relación. Eso sí, necesitaremos un tiempo de “duelo” para
que nuestra próxima relación no se vea teñida de los sentimientos de la
anterior.
“El amor es una ilusión, pero la
ilusión es lo más importante que tenemos en la vida”