Las
vacaciones son una época de descanso y disfrute. Sin embargo, un gran número de
personas no son capaces de relajarse y pasárselo bien; hay estudios que
muestran que hasta un 60% no logra desconectar del todo en el periodo
vacacional.
Llegamos
a nuestro destino de ocio y, según van pasando los días, nos vamos sintiendo
más cansados e irritables. Todo nos pone de mal humor. No estamos tranquilos y
es muy posible que “pillemos” catarros, alergias u otras enfermedades leves. Un
sentimiento de vacío nos va dominando. Es lo que se ha llamado como “depresión
de la tumbona”.
¿Por qué no puedo disfrutar de mis
vacaciones como quisiera?
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Los cambios bruscos de rutina nos obligan
a un tiempo de desequilibrio hasta que nos adaptamos: dificultades para dormir,
ansiedad, molestias estomacales, etc. Estas dificultades serán mayores si hemos
pasado de un exceso de actividad a prácticamente no tener nada que hacer.
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Por mucho que nos quejemos de nuestra
rutina cotidiana, lo cierto es que van creando unos hábitos de vida que nos dan
seguridad: sabemos qué tenemos que hacer. Pero en las vacaciones todo está en el
aire; decidir qué queremos, a dónde
vamos a ir, etc. Y decidir, con todas las ventajas psicológicas y de autoestima
que conlleva, puede causar momentos de inseguridad y duda. “El miedo a la
libertad”, como lo definiría el psicoterapeuta Fromm.
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Hasta un tercio de las separaciones matrimoniales
se producen tras las vacaciones. Es un
periodo de convivencia familiar más prolongada e intensa. Al pasar más tiempo juntos
las exigencias y los roces aumentan, por lo que puede ser origen de importantes
conflictos.
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Junto con la Navidad, es el periodo por
excelencia para pensar y reevaluar nuestras metas, éxitos y fracasos; y el
resultado no siempre será positivo. Además, tener tiempo para pensar puede
hacer que “estalle” todo lo que hemos callado o soportado durante el año, en
forma de estrés o síntomas depresivos.
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Algunas personas se embarcan en una
temporada de exceso de actividad. Quieren hacer y ver todo, ahora que tienen tiempo:
lugares, museos, actos... Es lo que se llama “Síndrome de Stendhal”. El problema es que, más que descansar, lo
único que logran es cansarse más. Así, al volver al trabajo llegan más débiles
para encarar con calma el resto del año.
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Sobre un 30% de los trabajadores y
trabajadoras en vacaciones sigue manteniendo de alguna forma actividad laboral:
revisar los correos electrónicos, recibir llamadas, adelantar tareas, etc.
Creerse indispensable en la empresa, o no dejar de preocuparse en cómo irá
ahora que no estás, sólo permite que tú estés de vacaciones y tu cabeza siga
“en horario laboral”.
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En la actual coyuntura, con la
incertidumbre de la crisis, mucha gente se enfrenta a no saber qué le espera
tras las vacaciones, con lo que es más difícil lograr la relajación necesaria
para disfrutar nuestro tiempo de ocio.
Quiero disfrutar de mis vacaciones, ¿cómo
lo consigo?
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Para desconectar más fácilmente, tener la
tranquilidad necesaria y realizar actividades variadas, abre tu correo
electrónico, lee la prensa o recibe llamadas de trabajo, pero sólo durante una
hora al día.
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Es mejor dos descansos de quince días que
uno de treinta. Mucho tiempo de ocio puede convertirse en una intranquilidad.
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Ten expectativas realistas de tus
vacaciones. No podrás ver cuatro ciudades de distintos países en una semana, ni
descansar durmiendo cuatro horas diarias. Recuerda que es, principalmente, una
temporada de descanso en la que tienes tiempo de hacer cosas que te gusten,
pero para relajarse y disfrutar, no para aumentar el cansancio y el estrés. Es
una oportunidad para cuidarte.
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Un 15% dice sentirse estresado con los
preparativos de las vacaciones. No lo dejes todo para el último día y empieza con
tiempo. Planifica qué quieres, cómo, y dónde vais a ir. No te olvides de hacer el
viaje lo más cómodo posible.
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Si te cuesta mucho desconectar prueba
yéndote muy lejos o, al contrario, pasar los primeros días en casa con
tranquilidad.
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Intenta no dejar cosas pendientes del
trabajo para que luego no estés con la preocupación; planea con tiempo cómo lo
vas a conseguir. Y si no tienes más remedio que dejar cosas sin hacer, quítale
importancia; sólo debería estar hecho lo verdaderamente necesario.
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Los fines de semana anteriores a tus
vacaciones reflexiona acerca del tiempo que gastas pensando en el trabajo: ¿te
sirve de algo? ¿Qué mejora? ¿Qué empeora? ¿A quién, además de ti, influye esa
actitud? Decide qué tiempo quieres dedicar realmente a pensar en temas
laborales y llévalo a cabo.
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Las vacaciones son para hacer lo que te
gusta y disfrutar, no para obligaciones; ni siquiera visitar muchos sitios para
luego contárselo a familiares y amistades.
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Facilita la adaptación a las nuevas
circunstancias: tu propia almohada, el agua embotellada, cocinar platos
caseros, etc. puede ayudar.
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Para evitar conflictos deja que todos
tengan su propio espacio. No tenéis por qué ir juntos al mismo sitio si va a
ser origen de discusiones. Es mejor que cada uno elija su modo de disfrutar y
que los demás lo respeten.
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No dediques tu tiempo de ocio a
preocuparte. Perderías una temporada ideal para hacer cosas nuevas, que no
puedes disfrutar el resto del año. Cuando llegases de nuevo al trabajo
volverías más débil y estresado, en vez de “con las pilas recargadas”. Para
evitar pensar puedes realizar ejercicios cognitivos, como sopas de letras,
crucigramas, lecturas, etc. que, además de desarrollar tus capacidades
mentales, te distraerán de tus propios pensamientos negativos.
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Recuerda que las vacaciones son, sobre
todo, una época para auto regalarte lo que te gusta: aprovecha para dormir más,
hacer ejercicio y deportes, viaja a sitios nuevos, lee, juega con tus hijos, pasea
y admira el sol del atardecer, etc.