Puede
ocurrir a partir de la salida del entorno familiar de cualquier hijo/a, pero es
más probable cuando el/la último/a se independiza. Se da sobre todo en mujeres,
más acostumbradas a dedicar su tiempo casi en exclusiva al cuidado de la
familia y que, en muchos casos, han abandonado casi cualquier otro tipo de
actividad. Además se puede complicar el cuadro por otros factores vitales
estresantes, como la menopausia, el cuidado de los/as abuelos/as mayores, etc.
Los hombres se sienten más afectados, sobre todo, si el cambio se une al de la
jubilación. En general, cuanto más dependientes hayan sido los/as hijos/as de
sus padres, más probable es que éstos sufran algún tipo de sentimiento de
pérdida.
El
síndrome del nido vacío se caracteriza por tristeza, abatimiento y pensamientos
de inutilidad. También se pueden mostrar síntomas físicos exacerbados ante la
nueva situación estresante, cansancio, ansiedad, trastornos del sueño o
desinterés.
Este
conjunto de síntomas no es más que una mala adaptación al nuevo cambio. Ante la
situación, el padre o la madre se replantean su papel en la vida. Si no han
fomentado en anteriores años otros espacios de desarrollo o realización fuera
de los/as hijos/as, no sabrán cuál es su lugar una vez éstos/as se hayan ido.
Sentirán melancolía de los tiempos pasados. Recapacitarán acerca del paso de
los años, la soledad y el fracaso, y se sentirán vacíos/as y depresivos/as.
Ante
la actual coyuntura de la crisis económica está sucediendo el fenómeno
contrario, el denominado “síndrome de
nido lleno”. Las dificultades económicas, el paro, los divorcios, hacen que
muchas personas estén regresando a casa de sus padres y madres. El sentimiento
de frustración ante los objetivos fracasados se generaliza en la familia y,
sobre todo, en los que retornan. La autoestima se resiente al sentir que no se
cumple con las expectativas de la sociedad. La clave para superarlo es no
derrumbarse. Seguir, con constancia, buscando soluciones, y pensar que es una
situación que, más prolongada o más breve, es transitoria.
CÓMO
AFRONTAR “EL NIDO VACÍO”
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Lo más esencial es ser conscientes de que nos enfrentamos a una nueva etapa vital, con
diferentes características y oportunidades. Llevará un tiempo el adaptarnos,
como en todos los cambios vitales; pero lo lograremos. Si no somos conscientes
de esto podremos sentirnos mal sin saber de dónde viene la tristeza, y así,
aumentar nuestro malestar. Aceptemos los cambios en nuestra vida para poder sacarle
provecho a cada etapa. Date tiempo y poco a poco irás adaptándote.
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Planear
nuevas actividades nos tendrá ocupados/as y en camino a
una mayor autorrealización. Además, nos daremos cuenta de que podremos
disfrutar de cosas que, hasta ahora, no hemos podido. Redefine tus objetivos y
metas; ya no pueden ser los mismos de antes, pero sí igualmente placenteros.
Relaciónate con los demás, exprésate, conoce gente nueva que te facilite
compartir nuevos puntos de vista.
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Ser
positivos es ser realistas y conscientes de que es una
temporada con más tiempo para nosotros y nosotras y, por tanto, con muchas
oportunidades por descubrir. Se trata de una época de “liberación” y de
autoconocimiento en la que nos queda la satisfacción de ver a nuestros/as
hijos/as autónomos/as y capaces. Podremos aprender nuevas habilidades y así
sentirnos mejor y más capaces; además de mantener un buen estado físico y
psíquico. Sentirnos útiles y valorados/as debe depender de nosotros y nosotras,
no de nuestros/as hijos/as.
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La adaptación a estos cambios pasa por aceptar el nuevo papel que nos toca. Debemos
reconocer que nuestros/as hijos/as son independientes y ya no necesitan de
nuestro control, supervisión o educación. Ahora es tiempo de que aprendan de
sus propios errores, que tengan su privacidad y elijan su camino. Esto no
quiere decir que los padres y madres sean menos necesarios/as, al contrario; es
el momento de disfrutar de igual a igual, de aportarles nuestras experiencias,
intercambiando opiniones y conociéndonos como personas, y no sólo como miembros
de una familia con diferentes estatus. Exprésales
lo que sientes y llegad a soluciones conjuntas. Además, que los/as hijos/as se
vayan de casa no quiere decir que la relación desaparezca; muchas veces incluso
mejora, al disfrutarse más los momentos que se comparten.
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Una de las oportunidades que se nos
presentan es la de mejorar nuestra
relación de pareja. Tenemos más tiempo para compartir y hacer juntos lo que
siempre hemos querido. Tampoco es una cuestión obligatoria, es una opción; a
veces, si no hay muy buena relación, puede dar lugar a un aumento de los
conflictos. Sin embargo, el desarrollo típico del bienestar en las parejas
consiste en un aumento los primeros años de conocerse; empeora con la llegada
de los/as hijos/as y vuelve a mejorar al abandonar éstos/as el hogar.
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Prepárate
al cambio. Antes de que los/as hijos/as se vayan de casa empieza
a plantearte tu nueva vida. Retoma actividades que hasta ahora no pudiste
emprender. Hazte activo/a y protagonista del cambio haciendo lo que te gusta
siempre que puedas. Mientras aún estén en casa compartid tiempo juntos/as, así
no podrás culpabilizarte de no haber hecho lo suficiente por disfrutarlos/as
cuando aún estaban cerca. Una buena relación familiar al abandonar el hogar
facilita una adecuada adaptación al cambio y el mantenimiento del apoyo
intergeneracional.
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Si,
aún así, te cuesta superar esta etapa, pide ayuda.
Expresarse, sentir apoyo o recibir tratamiento profesional son pasos que pueden
significar un empujón importante a la hora de afrontar la nueva situación.