“Los supervivientes de los campos de concentración aún recordamos a algunos hombres que visitaban los barracones consolando a los demás y ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Quizá no fuesen muchos, pero esos pocos representaban una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino.” Viktor Frankl

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sábado, 25 de diciembre de 2010

HAZLE FRENTE A LA TRISTEZA ESTAS NAVIDADES




El Grinch es un duende verde que, envidioso de la felicidad de una familia vecina, planea boicotear sus navidades robándoles los regalos. Desde entonces, todo aquel que se muestra triste, aislado o irritable en estas fiestas se le llama “Grinch” (gruñón). El fenómeno Grinch o depresión navideña, también conocida como depresión blanca o blues (melancolía) de navidad, es un conjunto de alteraciones emocionales que se padecen sólo en esta época del año, y sus proximidades, que se suele caracterizar por:
-          Tristeza, puede ser en forma de nostalgia, melancolía o llantos inexplicables.
-          Apatía: desgana por incluirse en los festejos y poca energía en general, incluso para arreglarse o asearse. Bajada del apetito sexual.
-          Aislamiento. Se sienten fuera de lugar, en soledad o poco útiles. No les interesa relacionarse o hablar, sobre todo de la Navidad.
-          Irritabilidad o mal humor.
-          Pensamientos negativos y poco realistas: todo lo pasado es mejor, nunca volveré a ser feliz, si me falta “ese algo” no podré disfrutar de nada, el año que entra será peor, etc.
-          Disminución de la atención y la concentración. Sólo le dan vueltas a lo que les entristece: lo que perdieron, lo que nunca tendrán o lo que vivieron. Al focalizar su atención en ello, se hace cada vez más grande y doloroso, además de incapacitarles para ver todo lo bueno que tienen.
-          Baja autoestima: se comparan con otros más felices y salen muy mal parados. A veces, incluso, el agradecimiento a los suyos les hace sentirse culpables y aún menos válidos.
-          Aumento del consumo: el entorno nos exhorta en estas fechas a vestir nuestras mejores galas, regalar, disfrutar de lujos, etc. Todo ello hace que muchas personas se lancen a comprar o comer como distracción y bálsamo de sus penas. La realidad es que luego se encuentran con más problemas aún, al endeudarse o sentirse culpables. Esto es un fenómeno sobre todo femenino; es más característico de los hombres el consumo elevado de juegos, alcohol o drogas. Es una época en la que está mejor visto, forma parte del ambiente festivo, pero puede ocultar verdaderos problemas y huidas de la realidad. Al igual que las compras exacerbadas, el consumo sin control trae más consecuencias negativas que el bienestar temporal que pueda aportar.
La publicidad y el entorno nos bombardean con escenas de unas navidades que consisten en compartir con mucha gente, en familia, comprar regalos, pasárselo bien, etc. ¿Qué pasa cuando, por tus circunstancias, no puedes? Además, estas fiestas son momento para recopilar lo vivido y hacer valoración, y el resultado no siempre es positivo: hay estudios que afirman que aumenta hasta en un 40% los síntomas depresivos en la Navidad. Las causas más comunes de aparición de la depresión navideña se resumen en:
-          Rememorar experiencias pasadas alegres. Les puede ocurrir a los que han tenido pérdidas: familiares fallecidos o lejanos, paro, rupturas sentimentales… Pero también se da cuando hay sensación de pérdida: da igual que en la actualidad no te falte nada; si tu percepción general es que estás peor que antes, entonces te entristecerás. Sobre todo si no eres consciente de que la vida es un continuo ciclo de alegrías y tristezas, y que  no puede ser  igual a los cuatro que a los cuarenta años.
-          Centrarse en experiencias pasadas tristes. El entorno de fiesta y “supuesta” felicidad contrasta con nuestros recuerdos; nos sentimos excluidos, y la alegría reinante sólo confirma nuestra idea de que somos desgraciados, lo que enturbia la visión de nuestro presente.
-          No poder responder al ideal de Navidades, y que nos afecte. El entorno parece que nos exige tener dinero, familia y amigos. Cuando se está lejos de casa, o solo, sin recursos económicos, etc., hay que ser muy creativo para imaginar y atreverse a otras navidades distintas a las que nos venden, en las que podamos igualmente disfrutar. “La mera obligación de ser felices puede hacer infeliz”.
-          Malas relaciones personales. Es una fecha para estar con gente que, muchas veces, no nos gusta. Eso puede provocarnos estrés y quebraderos de cabeza. También pasamos más tiempo con la familia y puede ser origen de conflictos, sobre todo si, ya de antes, teníamos problemas, como es el caso de la violencia doméstica, que aumenta en estas fechas.

Si queremos evitar la depresión navideña debemos recordar:
-          Hacer un esfuerzo por compartir y rodearnos de gente, a ser posible con la que podamos expresarnos sinceramente. Al principio lo haremos sin ganas, pero si persistimos, nos sentiremos cada vez menos aislados. Una buena idea sería hacerse voluntario: nos sentimos útiles y ayudamos a los demás.
-           Cuando tengamos una celebración con gente que no nos gusta, aceptemos las diferencias, dejemos de lado las quejas, e intentemos pasarlo lo mejor posible y sin conflictos. Al final lo agradeceremos.
-          Analizar nuestros pensamientos, lo que nos entristece y asusta. Seamos realistas, la vida cambia. Miremos todo “desde fuera”, y no olvidemos lo bueno, que se nos está pasando desapercibido: no te centres sólo en lo que te pone triste. Cada tiempo tiene sus alegrías, y cada pérdida nos da un aprendizaje. Pero prohibido pensar en ello todo el día, hay cosas más reconfortantes que te esperan.
-          Cambiar de ambiente nos puede ayudar. Rebaja la ansiedad, evita evocar tantos recuerdos y nos descentra de esos pensamientos que no se nos van. Cambiar de ambiente también referido al “folklore” navideño: date un descanso, pasea al atardecer, tómate tiempo para bañarte en agua calentita, haz deporte, cosas que te gustan, rodéate de personas alegres y luz, etc. Por ser navidades no tienes que dejar las cosas que te hacen disfrutar, incluso es el tiempo ideal para descubrir algunas nuevas.
-          Planifica tus navidades. Piensa qué te gustaría hacer, dale a la imaginación siempre que puedas. En las celebraciones planea qué hace falta y cómo lo vas a hacer: el menú, la sal de frutas, los adornos, los regalos, etc. Dejarse llevar por lo que pase, sin ganas de nada, es asegurarse el estrés, la frustración y que todo salga mal.
-          No te dejes llevar por una Navidad que no sea la tuya. Haz cuentas y parte de un presupuesto de gastos para evitar sustos. La Navidad, al fin y al cabo, son unos días como otros, que sólo los hacen especiales lo que tú hagas con ellos. Piensa qué quieres hacer, dentro de tus circunstancias, y crea tu propia Navidad. No te compares con otros más felices; siempre habrá gente más y menos afortunada que tú. Además, la felicidad es un sentimiento subjetivo, hay muchas personas que con muy poco son muy felices, y otras al contrario ¿de qué grupo prefieres ser tú?
-          Recuerda a tus fallecidos con alegría, como ellos querrían. Cuenta a los demás cómo eran, e inculca sus valores, sobre todo a los niños.
-          Haz una lista de gratitud, de las cosas que tienes y que están contigo. Quizá es tiempo de darse cuenta de lo que no has perdido y, sin embargo, te cuesta ver.
-          Recuerda que los excesos en el consumo, como compras, alcohol, drogas o juegos, al final dan más problemas que el bien que puedan aportar que, además, es temporal y artificial.

¡Se me olvidaba! ¿No queréis saber qué pasó con el Grinch, ese duende verde envidioso de la felicidad ajena, que odiaba la Navidad? Pues que robó los regalos de la familia vecina, tal y como planeó. Pero cuál sería su sorpresa al ver que, incluso sin regalos, sus vecinos eran felices. Tanto, tanto, que le invitaron a cenar con ellos, lo acogieron y se hicieron sus amigos. Tanto, tanto, que el Grinch acabó amando la Navidad…











La depresión navideña puede enmascarar una depresión más grave y duradera, por eso, ante cualquier señal de alarma, no dudes en acudir al especialista de la psicología. Muchas veces nos hace falta ayuda externa que nos diga cómo continuar. Darse cuenta de ello es señal de respeto por nosotros mismos. Acude al especialista si:
-          Los síntomas se mantienen más allá de un mes tras las navidades.
-          No eres capaz de realizar con normalidad tus actividades diarias habituales (no te lavas, dejas de trabajar, no rindes nada en el trabajo, etc.)
-          No encuentras circunstancias en tu vida que expliquen esa tristeza.

Grupos de especial atención
Causas
Qué hacer
Personas mayores
Se sienten inútiles y muchas veces están solos.
No dejarles solos y darles todas las tareas que puedan hacer, como “contador de historias”.
Hijos e hijas de separados
La separación es un factor importante de estrés, sobre todo si tienen que decidir con quién se quedan en las navidades.
Dejar que decida libremente. Intentar que no se sienta culpable, tome la decisión que tome.
Mujeres solas
Es el grupo que más padece de depresión navideña.
Incluirla en las invitaciones, pero no obligarla a participar. Hacerle ver que tiene a alguien.
Haber sufrido un impacto emocional
Una mala experiencia se recuerda más con el contraste de las fiestas.
Distracción con actividades que disfrute o sirvan para relajarse. Respetar sus tiempos y decisiones.



Depresión Navideña
Depresión Invernal o Trastorno Afectivo Estacional
Trastorno Depresivo Mayor
Duración
Alrededor de un mes antes y después de las Navidades
Cuando las noches se hacen más largas, durante el invierno.
No depende de la época del año.
Explicación
Las festividades contrastan con nuestras circunstancias vitales, reales o percibidas.
Baja la serotonina, sustancia reguladora del estado de ánimo, debido a la menor cantidad de luz  solar diaria.
Biológicas y psicológicas más complejas.


Qué hacer si en casa hay alguien con depresión navideña:
-          Invitarle a participar. Recordarle que no está solo y que es parte importante de las celebraciones.
-          No obligarle. Si hace las cosas de manera obligada, las hará sin ganas y se sentirá peor.
-          No humillarle. Si se le llama “aguafiestas”, o nos enfadamos con esa persona, tendrá que enfrentarse a un obstáculo más, y no facilita su participación ni su mejora.
-          Respetar sus decisiones. Si participa en contra de su voluntad, será fuente de estrés, y la ansiedad, en todos, aumentará. Cuando sienta un buen ambiente, que es querido y aceptado, irá poco a poco incluyéndose.

sábado, 25 de septiembre de 2010

AMOR, AFILIACIÓN Y ATRACCIÓN



 
Es mediante los otros como aprendemos lo que es el mundo, cómo actuar e incluso quiénes somos. No sabríamos si nuestro cuerpo es alto o bajo si no fuera porque lo comparamos con el de los demás. La cultura se transmite de generación en generación por la comunicación entre personas. Si no participásemos en la sociedad no podríamos aprender ciertas habilidades básicas, como pedir favores o solucionar conflictos. Al no vernos capaces no nos apreciaríamos a nosotros mismos, con lo que lo más probable es que nos sintiésemos tristes, aislados y débiles. Ese ánimo y unas escasas habilidades de resolución de problemas llenarían nuestra vida de dificultades, sobre todo para adaptarnos a los cambios vitales.
La búsqueda de compañía de los demás se denomina necesidad de afiliación; para el ser humano sólo es menos importante que las necesidades de supervivencia y seguridad. La afiliación cumple unas funciones:
-          La principal es asegurar la supervivencia como especie e individuo.
-          Reduce el miedo y la ansiedad ante los acontecimientos de la vida. Existe una base de apoyo y seguridad ante los cambios.
-          Comparamos nuestras habilidades y actitudes personales y así aprendemos a conocernos. Los demás son la guía que nos dice cómo queremos responder.
La tendencia a afiliarse con alguien se llama atracción. Hay una valoración de esa persona y conlleva distintos efectos positivos:
-          Felicidad. Muchos estudios indican que las personas casadas son más felices que los que no tienen pareja, sobre todo los hombres. Aunque la clave no está en tener o no relación, sino en su calidad.
-          Salud mental. Te sientes querido y eso hace que te valores más. Las emociones son más positivas que estando solo; es más fácil que no se dé depresión o ansiedad. Pensar que alguien está dispuesto a ayudarte hace que enfrentes mejor y más fácilmente los acontecimientos estresantes.
-          Salud física. Las personas con una relación de pareja padecen menos estrés y adoptan hábitos de vida más saludables.
Hay tantas definiciones de amor como personas: cada pareja es una historia distinta. Según algunos autores el amor “perfecto” sería una mezcla de intimidad, pasión y compromiso. Por supuesto que este tipo de relación es el que más cuesta formar y mantener ¿Qué es necesario para acercarse a este “amor completo”?
-          Todos somos humanos y la decepción es parte de cualquier relación. Lo importante es recordar que, detrás de esa decepción y las circunstancias, sigue estando la persona a la que admiramos.
-          La inmadurez, las prisas y el no valorarnos son los mayores aliados a la hora de elegir un mal compañero o compañera. Debemos recordar que tener pareja conlleva beneficios, pero no es una necesidad sin la cual la vida deje de tener sentido.
-          Una relación se hace, no nace. Debemos cultivarla compartiendo momentos de diversión, recordando el por qué es tan especial, expresando nuestros sentimientos; creando nuestra propia historia de amor y dándole juego a la imaginación.
-          Debemos ser conscientes de que cualquier adopción de compromisos coarta parte de nuestra libertad; debemos dejar espacio a la individualidad, respetando al otro como si no se hubiese adoptado ningún compromiso de permanencia.
-          En caso de ruptura no podemos olvidar que si una vez no ha salido bien (o cien) no quiere decir que nunca vayamos a disfrutar de una buena relación. Eso sí, necesitaremos un tiempo de “duelo” para que nuestra próxima relación no se vea teñida de los sentimientos de la anterior.


“El amor es una ilusión, pero la ilusión es lo más importante que tenemos en la vida”