Con
los avances sanitarios se han convertido en enfermedades crónicas algunas de
las que antes eran mortales, como el SIDA o determinados tipos de cáncer.
Muchos
de los factores de riesgo de estas enfermedades son comunes, como la mala
alimentación, el tabaquismo, la escasa actividad física, etc. Y precisamente
estos factores son los primeros que necesitan de un cambio para poder
adaptarnos a la nueva situación.
Recibir
la noticia de que padecemos un trastorno con el que vamos a tener que aprender
a convivir a largo plazo, con sus síntomas, dificultades y tratamientos
específicos, cambia la vida. Se pueden ver mermadas nuestras capacidades
físicas y las actividades que realizamos. Incluso nos puede afectar
emocionalmente. En las personas más jóvenes, como los/las adolescentes, se
añade el miedo a la exclusión o discriminación de las personas de su entorno
por sufrir una enfermedad crónica. Pero debemos recordar que, en la gran
mayoría, no supone una total incapacidad y que aún podemos realizar una vida
normal, aun con determinados límites.
APRENDO
A SER FELIZ CON MI ENFERMEDAD
-
“Quien tiene la información tiene el
poder”: conoce tu enfermedad, qué síntomas tiene, cómo se pueden aliviar o evitar.
Aprende a prevenir posibles complicaciones y estate atento/a a los posibles
cambios o señales, para saber qué hacer con ellos. Te sentirás con mayor
seguridad y control ante el trastorno y en tu día a día, con lo que le perderás
miedo y disfrutarás de mayor tranquilidad.
-
Tú no eres la enfermedad. No te
obsesiones con ella, hay muchas cosas más. Dedica un tiempo a aprender de ella,
pero no pierdas las oportunidades para distraerte, pasártelo bien o hacer otras
cosas distintas.
-
Tómate las cosas con calma. Una
enfermedad crónica no es el fin del mundo. Quizá tengas que dejar de realizar
algunas actividades o convivirás con situaciones desagradables, pero centrarse
sólo en lo que nos falta es la mejor manera para no disfrutar de lo que aún
tenemos. La ira, el nerviosismo, no soluciona nada y empeora nuestro estado de
ánimo y la ejecución en la rutina diaria.
-
Aceptar y adaptarse a las nuevas
condiciones significa sacar lo mejor al día a día, siendo consciente de que hay
que mantener unos hábitos que antes no llevábamos pero que nos permiten
disfrutar de determinada calidad de vida. No sirve de nada recordar, “patalear”
o estar de mal humor por algo que no tiene remedio. Lo que sí tiene solución es
cómo nos lo tomamos todo: hagámoslo más fácil. Al principio será lógico sentir
miedo o ansiedad ante la nueva situación, pero nos iremos poco a poco adaptando
y, con tranquilidad, iremos aprendiendo a disfrutar.
-
La propia definición de enfermedad
crónica trae consigo, como ya hemos visto, la necesidad de modificar hábitos de
vida dañinos. No vale con seguir un tiempo el tratamiento. Debemos
mentalizarnos a que es una carrera de fondo, a largo plazo, donde deberemos
incluir en nuestra rutina cotidiana nuevos comportamientos que nos permitirán
seguir adelante, como hacer lo que nos recomienda el/la profesional de la
medicina o sanidad.
-
Tu salud depende de ti. Lo que hagas o
dejes de hacer influirá en la enfermedad, sus síntomas e incluso en tu estado
emocional. Está en tu mano vivir más alegre, disfrutando del entorno, o decidir
arrastrarte por sentimientos que no te van a ayudar. Eres capaz de llevar
adelante la mejor de tus tareas: tu propia vida. Todo es un aprendizaje que
permite superarte y hacerte más fuerte, no dejes escapar la oportunidad con
lamentaciones.
-
No pierdas el tiempo pensando en
situaciones que no están en tu realidad cotidiana, sino en el pasado o el
futuro. No ganas nada preocupándote en lo que pueda pasar, ni intentando
conseguir algo que ya no puedes tener, excepto empeorar tu estado de ánimo y el
entorno.
-
Mantén una vida activa. Te mantendrá
distraído/a y te será más fácil relativizar las experiencias negativas. Aún
eres capaz de hacer muchas cosas, plantéate cuáles te gustan y… ¡a por ello!
Confía en ti y disfruta.
-
Sí se puede hacer algo con las emociones
negativas. Tener un estado de ánimo positivo es la mejor medicina: nos ayuda a
seguir el tratamiento médico recomendado, a adoptar hábitos más saludables de
vida, a mejorar nuestro funcionamiento físico y psíquico, etc.
o
Expresa tus sentimientos. Descargar
nuestras emociones nos ayuda a conocerlas, a sentirnos mejor y a darle
coherencia a todo. Cuando no se expresan los sentimientos se activa el Sistema
Nervioso Simpático (aumenta la ansiedad y las pulsaciones), se retrasa la
búsqueda de ayuda o petición de atención a los demás, incluyendo a los
profesionales, con lo que se dificulta la comunicación y el seguimiento
adecuado del tratamiento médico (con las complicaciones que ello conlleva). Has
de tener en cuenta que expresar los sentimientos no significa expulsar la ira o
el mal humor contra nadie, sólo conseguirías aumentar tu mal estar.
o
Aprende a pensar en positivo. Los que
sufren una enfermedad crónica no tienen por qué sentirse peor que el resto; de
hecho, la salud mental de la mayoría de ellos/as es muy parecida a la de las
personas sanas ¿Por qué? Tras la primera etapa de adaptación muchos/as aprenden
a disfrutar de lo que tienen en su día a día. Se ha observado, por ejemplo, que
hacen por estar más con sus seres queridos. Sienten que aprecian más la vida y
realizan un cambio de prioridades vitales que reconocen como más justo.
TAMBIÉN HAY ASPECTOS
POSITIVOS EN LA ENFERMEDAD CRÓNICA:
-
Se pasa más tiempo con los seres
queridos
-
Se aprecia más la vida.
-
Las prioridades vitales cambian.
-
Muchos/as se dan cuenta de que son más fuertes
de lo que creían.
SABER RESPIRAR PARA
APRENDER A TOMARSE LAS COSAS CON CALMA:
-
Coloca tu mano izquierda en el pecho.
-
La mano derecha debe estar encima de tu
vientre.
-
Fíjate cómo se mueve tu cuerpo al
respirar. Lo más probable es que la mano izquierda sea la que más se desplace.
-
Vas a inflar la barriga, como si
quisieras parecer más grueso/a.
-
Inspira intentando que el aire llegue a
tu vientre hinchando la barriga. Espira.
-
Practica varias veces. Cada vez estarás
más cerca de que la mano izquierda, al respirar, no se mueva, y que sólo lo
haga la derecha. Eso significa que has aprendido a respirar de la manera más
adecuada, oxigenando todos tus pulmones y no sólo una parte. Cuando llega en
óptimas condiciones el oxígeno a nuestros órganos se favorece la relajación y
el bienestar.
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