El principio de año es la
época ideal para evaluar las metas que hemos conseguido y replantearnos
objetivos. Pedimos deseos, recordamos, proyectamos y valoramos la vida que
llevamos y la comparamos con la que querríamos llevar. Invocamos a la suerte,
rituales y gestos externos que mejoren nuestra cotidianidad, cuando está en
nuestras manos sacar el máximo provecho a nuestras circunstancias y optimizar las
propias capacidades. Porque lo importante no es lo que nos pasa, sino cómo nos
lo tomamos.
“Persona” viene
etimológicamente del griego y significa “máscara”. Nuestra personalidad no es
más, pues, que las reacciones y pensamientos que hemos decidido seguir según
los eventos vitales que hemos ido disfrutando o sufriendo. Nadie nace con
determinada forma de ser, excepto ciertos rasgos que sí son innatos, como el
temperamento (ser más o menos nerviosa/o, por ejemplo). El resto de
características de nuestra personalidad las vamos aprendiendo a lo largo de
nuestro desarrollo vital. Al igual que hemos ido aprendiendo a comportarnos de
determinada manera, también se puede desaprender si nos hace daño.
¿Qué
rasgos de personalidad me pueden hacer daño?
En entornos sanitarios
hay una clasificación de las personalidades que nos puede ayudar a tomar
conciencia de algunas de las cosas que nos perjudican en el día a día:
-
Un 85.06 % de la población con
hipertensión arterial presenta patrones definidos de personalidad tipo A. Se
caracteriza por un alto grado de competitividad, impaciencia, a veces incluso hostilidad,
personas exigentes, no delegan casi nunca, perfeccionistas y con un excesivo
autocontrol. Sólo algunas de las consecuencias más comunes son el aumento de activación
fisiológica, sanguínea y neuroendocrina, mayores conductas de riesgo (por
pensar que “yo controlo”), disminución del apoyo social y mayor riesgo
enfermedades cardiovasculares.
-
La personalidad tipo C se da en personas
pasivas, reprimidas, que les cuesta expresar sus sentimientos e introvertidas.
Las principales consecuencias de ello son una mayor probabilidad de cáncer, baja
autoestima y trastornos del estado de ánimo, como depresión, estrés o ansiedad.
¿Qué
rasgos de personalidad me pueden ayudar a ser más feliz?
Frente a las
personalidades tipo A y C, la personalidad resistente es la que presenta
mayores probabilidades de un desenvolvimiento pleno y de capacidad de
afrontamiento ante las circunstancias negativas que se nos pueden ir
presentando.
Rasgos de este tipo de
personalidad y, por tanto, que nos pueden ayudar a ser más felices, son:
-
No pensar en el pasado o en el futuro,
mientras no tenga relación con el problema. Debemos adaptarnos al presente, buscando soluciones o
modificaciones que nos hagan más agradable el día a día.
-
Relativizar
cada situación. No podemos ser extremistas y, en el caso de no haber conseguido
hasta ahora nuestros resultados, creer que no los conseguiremos nunca. En cada
situación particular hay que valorar sus datos concretos; puede que no tenga
nada que ver con otras situaciones que hayamos vivido, por muy parecidas que
nos parezcan.
-
No
podemos controlar todo, por mucho que lo intentemos.
Siempre pueden aparecer imprevistos ante los que debemos mostrarnos fuertes,
con serenidad y adaptarnos, si queremos conseguir los mejores resultados
posibles.
-
Expresar
lo que sentimos nos ayuda a vernos menos solos/as, más
capaces y que formamos parte de un grupo al que le importamos. Eso aumenta
nuestra autoestima y nos facilita el aprendizaje y superación de cualquier
evento estresante.
-
Es clave sentirnos siempre con la capacidad de afrontar cualquier
problema o cambio. Por mucho que suframos, debemos ser conscientes de que el
ser humano tiene una capacidad de resistencia mucho mayor de la que, de
partida, podamos imaginar. Sólo necesitamos no rendirnos antes de intentarlo.
-
No es lo mismo enfrentar las situaciones
difíciles como un problema sin solución que como un reto. Cada una de las cosas que vivimos aumentan nuestro
aprendizaje y el propio desarrollo es fuente de fortalecimiento.
-
Una norma que facilita todo es la moderación. No arrojarnos en brazos de
los excesos, actitudinales o emocionales, nos hace vivir con mayor relajación,
facilita la toma de decisiones y evita trastornos físicos y psíquicos.
-
Debemos dejar un tiempo al día sin pensar
en los problemas, donde seamos capaces de distraernos,
disfrutar y desconectar. No todo en la vida son problemas o dificultades.
-
Cuando sea necesario hacer algo para
enfrentar o solucionar una situación, pongámonos manos a la obra y planifiquemos sus posibles alternativas
de resolución. Vamos a pensar en los pros y los contras de cada una, y nos
quedaremos con la que decidamos que es más adecuada para nosotros/as (recuerda
que no hay nada, de por sí, bueno o malo, sino algo adecuado a cada contexto).
-
Incluso en las peores circunstancias hay momentos de alegría y distracción,
nunca lo olvides. Sólo tienes que estar abierta/o a esos instantes y quedarte
con ellos.
La
personalidad resistente
La personalidad
resistente, los rasgos y actitudes que más nos ayudan a afrontar cualquier
situación con los mejores resultados para nuestro bienestar y el de nuestro
entorno, se resume en tres palabras:
- Reto.
Nadie nace emocionalmente fuerte, pero sí podemos fortalecernos sólo ante
la idea de que las circunstancias que vamos atravesando son un aprendizaje
del que siempre sacaremos algo positivo.
- Compromiso.
La personalidad resistente se da en personas que se sienten implicadas con
los objetivos de su vida, su entorno y su propia forma de ser. Quieren
mejorar, trabajan para ello, y no se dan por vencidos/as ante las
dificultades por el gran compromiso e ilusión vital.
- Control.
A la larga, nos ayuda a ser más felices y mejora nuestro desarrollo vital
mantener la capacidad de control de nuestro entorno. Aunque no podamos
conseguir todo lo que deseamos, es más posible cuando nos creemos capaces
de cambiar las cosas. Es la condición “sine qua non” para conseguir
cualquier objetivo. Y sólo fomentar esta creencia de que se es capaz,
aumenta nuestra autoestima y nos hace no depender de circunstancias
externas a nosotras/os mismas/os.
¿Debo
cambiar algunos rasgos de mi personalidad?
Muchas veces no son las causas
externas las que nos hacen sufrir, sino nuestra particular forma de tomarnos
las cosas, obsesionarnos, no pasar página, desconfiar, etc. Responde en las
siguientes frases si te parecen correctas o no:
1.
“Si
cometo un error en el trabajo, pensarán que no valgo”
2.
“Ahora
podría estar adelantando trabajo si no me hicieran esperar aquí”.
3.
“Los
colaboradores que tengo no se dedican lo suficiente al trabajo”.
4.
“Los
demás no hacen las cosas bien porque no quieren”.
5.
“La
gente en general se despreocupa de sus obligaciones”.
6.
“No
hay ningún motivo para que surjan imprevistos”.
7.
“Si
le explico a otra persona lo que tiene que hacer, no lo entenderá y me hará
perder tiempo. Mejor lo hago yo directamente”.
8.
“Las
relaciones sociales fuera del mundo laboral son innecesarias”.
9.
“Si
no me ocupo yo de las cosas, no lo hace nadie”.
10.
“Con
una vez que se digan las cosas es suficiente”.
11.
“No
existe ninguna razón que justifique llegar tarde a una cita”.
12.
“En
el trabajo se tiene que estar alerta constantemente”.
13.
“Se
me valora por mis logros y no por quién yo soy”.
Si estás de acuerdo con
la mayoría, presentas ciertas actitudes que te dificultan el adecuado desarrollo
y un disfrute pleno de tus circunstancias. Pensar que es real cada una de estas
frases es algo que, emocionalmente, nos hace daño y dificulta el tomarnos las
situaciones de manera positiva y relajada.