La soledad es un sentimiento de aislamiento que
provoca angustia, tristeza y malestar, con síntomas parecidos a la depresión y
la ansiedad:
-
Sensación
de vacío: no se encuentra sentido a la vida.
-
Nerviosismo:
la necesidad frustrada de comunicación puede desembocar en un estado de
ansiedad prolongado.
-
Disminución
de la vitalidad y desesperanza.
-
Mal
humor, agresividad, o frialdad: actitudes de frustración que sólo incrementan
la distancia con los demás.
Podemos decir que hay tres tipos de soledad,
aunque normalmente van unidos:
-
Soledad emocional es la necesidad de establecer un vínculo
afectivo con una persona que nos ayude a sentir más seguros e importantes.
-
Soledad social se refiere a la búsqueda de integración en un grupo con el que compartir
aficiones e intereses.
-
Soledad existencial es el sentimiento de que la vida no tiene
sentido. Hay que señalar que, los que piensan esto, olvidan que no nacemos con
un sentido dado: “La vida tiene el
sentido que tú le des”.
¿Qué hace que nos sintamos solos?
-
Las experiencias de poco
afecto, separaciones, pérdidas o marginación social aumentarán el sentimiento de aislamiento. Necesitamos
un entorno que nos acepte y muestre afecto para un adecuado desarrollo de
nuestra autoestima; sino, nos costará más creer que somos dignos de ser tenidos
en cuenta.
-
No querernos. Si no nos valoramos crecerá nuestra introversión
e iremos restringiendo cada vez más nuestras relaciones.
-
Callar nuestros sentimientos sólo consigue hacernos sentir incomprendidos y
que estamos fuera de todo.
-
Pocas habilidades sociales. No se puede obligar a las personas a que nos
quieran, ni podemos gustar a todos. Si sólo pensamos en cómo actuamos frente a
los demás, nos olvidaremos de lo que ellos necesitan y nos encontraremos con su
rechazo. Si queremos evitar esto, tendremos que aprenderlo poco a poco en la
participación con los otros.
-
Actitudes negativas como pensar que todos son malos, que eres una
víctima, la agresividad o el mal humor sólo consiguen fabricar barreras frente
a los demás.
-
El miedo no es más que una forma de protegerse ante los
posibles rechazos o heridas y de que conozcan cosas de nosotros mismos que no
nos gustan; pero nos impide acercarnos a los demás.
La soledad en compañía
A veces nos sentimos incomprendidos, fuera de
todo, que no encajamos, aunque estemos rodeados de gente que nos quiere. ¿Qué
puede hacer que nos sintamos así?:
-
Expectativas acerca de la vida
poco realistas.
Sin experimentarlo ni intentarlo, o teniendo pocas pruebas, afirmamos cosas
como “nadie me va a querer”, “todos son iguales”, “no puedo cambiar”, etc.
-
Haber sufrido experiencias
negativas, como vivir en un
ambiente de tristeza continua, perder seres queridos o padecer situaciones que
hayan ocasionado una herida importante a nuestra estima, nos hacen creer que todo
será siempre así.
-
Temor al rechazo. Suele iniciarse por un golpe que resiente la
opinión sobre nosotros mismos, y que logra que nos sintamos inseguros ante los
demás. Ante esa inseguridad aumenta nuestro miedo y se prefiere huir de los
otros antes que enfrentar otro rechazo.
-
Desconfianza. Nos cuesta abrirnos a los demás por temor a una
negativa que pensamos que es inevitable, lo que nos genera un vacío inmenso;
pero no nos damos cuenta de que los responsables de ello son nuestro propio
alejamiento y suspicacia, sino que lo justificamos con frases como “no me
entienden”, “todos son diferentes a mí”, “la gente sólo va por interés”, etc.
-
Dificultad para expresar
sentimientos y opiniones.
Sentimos que nuestros puntos de vista y emociones no tienen ningún valor para
los demás y preferimos callárnoslos.
-
Una baja autoestima es el origen de todo. No nos valoramos ni nos
creemos capaces de gustar, agradar o ser amados. Tan poco importantes nos
sentimos que, antes de hacer nada, ya imaginamos el rechazo, cuando los que nos
rechazamos somos nosotros mismos.
La soledad ¿elegida?
Los momentos de soledad son los idóneos para
relajarnos, reflexionar o disfrutar de las cosas que nos gustan. Ser capaces de
estar solos, en la sociedad actual que valora, por encima de todo, la autonomía
e independencia, es un valor añadido. Pero no hay que olvidar que las
relaciones son algo esencial en nuestro desarrollo y para afrontar las
dificultades. Algunas personas disfrazan sus pocas habilidades para
relacionarse con los demás en forma de fortaleza e independencia, como una
“soledad elegida”; cuando lo único que buscan es, como todos, afecto y respeto.
Cómo superar la soledad
-
Admite el problema y decide
qué vas a hacer. Darse
cuenta de que sufrimos y que tenemos que hacer algo para cambiar es el comienzo
de toda mejora. Pregúntate acerca de tu autoestima, tus miedos, el temor al
rechazo.
-
Acepta lo que no puede ser
cambiado. El desánimo y la
autocompasión sólo logran empeorar todo. Aprende a disfrutar de lo que tienes y
toma las cosas con humor, no tan en serio. No elegimos lo que nos pasa, pero sí
cómo vivirlo.
-
Ante la pérdida o separación
de seres queridos no tengas
miedo de tu tristeza. Relájate y ten confianza en que lo superarás; cada vez
tendrás más fuerzas y más ganas de volver a conocer a gente. Todo puede
cambiar, muchas veces inesperadamente, pero nuestra vida sigue y no debemos
tirar la toalla y desaprovechar lo que aún nos pueda ofrecer: está en tu mano
hacerte más fuerte, aprender y aliviar en lo posible el dolor.
-
Mantén los contactos personales. No huyas nunca. Aprovecha cualquier ocasión para
relacionarte con los demás: el aislamiento será cada vez menor, y también el
miedo. Es una oportunidad para nuevas actividades, amistades y distracciones.
-
Toma la iniciativa en las
relaciones. Olvídate
de tus temores y conoce a quien te interese. No esperes a que lo hagan los
demás, ni como tú quisieras; cada uno tiene su forma de ver la vida y eso no
quiere decir que te rechacen.
-
Confía en ti. Nadie es perfecto, pero si no nos creemos
capaces de hacer algo, no lo haremos. Fíjate en tus puntos positivos y no tanto
en los que no te gustan. Eres capaz de cambiar: imagínate consiguiendo lo que
quieres, y viendo por fin lo bueno que tienes; será el motor que te ayude a ir
hacia delante.
-
Enfrenta los riesgos necesarios para estar con los demás. Tomar
decisiones puede significar perder algo, pero es la prueba de que llevamos el
control de nuestras vidas; es preferible fracasar que no haberlo intentado.
Pierde tu miedo al rechazo y recuerda que si quieres algo, tendrás que
buscarlo.
-
Disfruta de tus momentos de
soledad; también son
necesarios y nos sirven para reflexionar, conocernos, relajarnos y hacer lo que
nos gusta.
-
No te encierres: sal a la calle y practica actividades de ocio, culturales
o deportivas que te gusten. Te ayudarán a realizarte, te distraerán, aumentará
tu ánimo y podrán ser la oportunidad para conocer a más gente.
-
Ten proyectos y objetivos y
céntrate en ellos. El
cerebro es como un músculo; si le acostumbras a pensar de determinada manera, cada
vez se hará más fuerte y capaz para seguir pensando así. Si quieres que no
aumente tu sensación de soledad o dolor, piensa en otras cosas: en tus
actividades, tus ilusiones, lo que te gusta hacer, etc.
-
Si aún haciendo todo esto no te ves con fuerzas, acude al especialista de
la psicología, te ayudará a dar el primer empujón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario