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Con la disminución
de luz natural, en la entrada del invierno, nuestro cuerpo segrega menos
sustancias que benefician nuestro estado de ánimo, como la serotonina, con lo que nos sentimos más tristes.
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El fin de año es una época de balance de lo ocurrido en los meses
anteriores, y esta valoración no siempre será positiva. Nos enfrentamos a los
propósitos no realizados, los deseos no cumplidos y las frustraciones.
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Este balance será peor aún en personas que hayan
sufrido algún trauma o pérdida
relativamente reciente. Recordarán su dolor, lo que les falta, sentirán
nostalgia de lo que no pueden disfrutar y el camino en un entorno supuestamente
festivo les resultará un suplicio. Las pérdidas de seres queridos tienen un
componente negativo adicional, ya que estas fiestas se supone que son
familiares y hogareñas, y cuando esto no
puede ser así, es un recuerdo continuo de esa ausencia.
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Al igual que con otras pérdidas, los problemas económicos o laborales,
sobre todo en esta actual coyuntura, pondrá en situaciones muy difíciles a las
personas que no puedan disfrutarla como los medios de comunicación y los
clichés nos venden: gastando dinero. Será para ellos un problema a enfrentar
cómo superar estas condiciones, más que una celebración.
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Los que tienen que convivir con dificultades especiales, como enfermedades,
la soledad, tendrán que doblar sus esfuerzos para no hundirse ante ese entorno
festivo. Los que más sufren el cambio de año son las personas solas, mayores o
con trastorno depresivo.
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Si no nos esforzamos, podemos sentir estas
fechas como unos días de sentimientos
impuestos, donde estamos prácticamente obligados a reflejar ambiente festivo, alegría... Y
cuando en realidad no nos sentimos así, nos creemos fuera de lugar y todo a
nuestro alrededor nos molesta y entristece.
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Los que afrontan esta época con actitud negativa, porque no les gusta o
porque llegan a sentir más estrés que en el resto de temporadas, llegarán
predispuestos a no disfrutar de estos días.
ABRAZA
CON ILUSIÓN EL NUEVO AÑO
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Aprovecha
tu propia farmacia natural: Si la luz del sol es necesaria y beneficiosa
para el estado de ánimo, aprovecha siempre que puedas las actividades al aire
libre. Hacer ejercicio segrega unas sustancias, las endorfinas, que nos hacen
sentir mejor.
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En los balances que hacemos de lo vivido no todo
ha sido bueno, pero precisamente de los obstáculos y de las dificultades es de donde aprendemos más y nos hacemos seres
fuertes y capaces de afrontar las adversidades. Nunca desesperes, la vida puede
dar muchas vueltas y está comprobado que la única forma de ser feliz es creerse
capaz de conseguirlo.
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No te
enfoques sólo en tus dificultades, problemas o pérdidas. Intenta abrir los
ojos lo suficiente como para ver lo bueno que te rodea y lo que puedes hacer.
Si aún así, el dolor es muy grande, tómate las fiestas con relajación, intenta
guardar un tiempo para hacer algo que te guste y quítale importancia, son unos
días del año más.
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No te
dejes llevar por unas Navidades que te venden y que te hacen sentir de mal
humor. Vive estos días con la ilusión de crear tus propias fiestas, más a tu
gusto, y de realizar cosas nuevas. Planea qué quieres hacer, dentro de tus
posibilidades. Lo importante es tener ilusión en hacer cosas, más que lo que se
consigue con ello.
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Planea
con tiempo qué vas a hacer los días señalados; te ayudará a sentirte
ilusionado/a, con proyectos, a que salgan mejor y a organizar todo para evitar
el estrés del último momento.
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Tanto en las fiestas como en los propósitos de
año nuevo, no sirve de nada darle vueltas a deseos imposibles, excepto ponernos más y más tristes. Nadie puede
tener todo lo que pide, ni lo que ha pasado vuelve. Cada etapa te da algo bueno
y algo malo, en tu mano está no desaprovechar lo que echarías de menos si
perdieses. La mejor manera de
frustrarnos es pedir imposibles.
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Aún así, sé realista y plantéate hasta qué punto
puedes o no conseguir tus deseos. Si hay alguna posibilidad, todo puede
conseguirse a base de constancia. “Lo imposible es lo que no se realiza”. Un
buen propósito de año nuevo puede ser atreverse
a hacer lo que uno quiere realmente, controlar tu vida y no dejarse llevar por
lo que te vaya ocurriendo, como un autómata.
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Si de
verdad quieres conseguir o cambiar algo, ve a por ello. Planea cómo lo vas
a hacer, de manera lo más concreta posible. Inclúyelo en la rutina de tu día
para hacer más fácil su cumplimiento; por ejemplo, si quieres adelgazar,
plantéate a qué hora del día vas a hacer ejercicio y cuánto tiempo. Empieza por
algo más sencillo y ve complicando el esfuerzo según te vayas acostumbrando
(más horas, más días...). No te pongas
plazos de cumplimiento, simplemente hazlo; y cuando menos te des cuenta, lo
habrás conseguido. Sé consciente de que
puedes abandonar a veces pero, si es verdaderamente tu objetivo, lo seguirás
con constancia a largo plazo. Cumplir un propósito no consiste en fuerza de
voluntad, sino en convertirlo en hábito.
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Plantéate
hasta qué punto tus objetivos vitales pueden estar equivocados. Basar las
esperanzas de tu vida en algo imposible, o que ya ha pasado o aún no se ha
conseguido, nos hace despreciar todo el tiempo presente y fundar nuestra
felicidad en cosas inexistentes. En vez de ser los mejores en algo, por
ejemplo, un objetivo que nos puede ayudar a ser más plenos y estar más
satisfechos es “expresarme más con mi
familia y pasar más tiempo con ellos”.
Acude al especialista si:
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Los síntomas se mantienen más allá de un
mes tras el año nuevo.
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No eres capaz de realizar con normalidad
tus actividades diarias habituales (no te lavas, dejas de trabajar, no rindes
nada en el trabajo, etc.)
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No encuentras circunstancias en tu vida
que expliquen esa tristeza.